ALGO
MÁS QUE PALABRAS
UN MUNDO DE DISEÑO
Causa pánico tantos afanes y desvelos selectivos,
anuncios que nos conmueven, como pueden ser los seres humanos
dentro de un entorno de diseño. Olvidamos que la
ciencia no es nada sin otras ciencias y otros pulsos, como
el de la conciencia y paciencia, puesto que, el ser humano
es un mar de profundidades y esencias, de honduras que sobrepasan
lo meramente biológico. Hay una manera de ser, tan
singular como única, que supera doquier clonación
o medicina regenerativa. Podemos tener los mejores laboratorios
y las mejores salas equipadas con los últimos avances
científicos, pero si luego los afectos y la cercanía
al enfermo no se tienen en cuenta, se sentirá como
extraño en el mundo. La ponencia dada recientemente
en un Centro Universitario por el Catedrático de
Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad
de Málaga, Ignacio Núñez de Castro
García, sobre el uso de células madre, desde
una reflexión científica y ética, refrenda
lo que yo pensaba.
En este mundo de diseño que nos quieren “vender”
los poderosos, basado en la producción y en el consumo,
se están creando en los últimos tiempos falsas
expectativas de vida. Parece como si las células
madre nos fueran a salvar de todo. Se omite que la ciencia
necesita tiempo para que las perspectivas sean razonables,
no meras ambiciones egoístas, y que la persona tiene
una dimensión íntima sorprendente que jamás
tendrán los bebés de diseño. Adueñarse
de la vida para fabricar a nuestro antojo un mundo de diseño
es un imposible y una temeridad. Cada cual tenemos nuestro
propio fondo y nuestra irrepetible forma de ser. Somos al
poema como el fondo y la forma. Y, como en la palabra, estamos
deseosos de hallarnos y de reconocernos en la poesía.
No en vano, cada día los medios de comunicación
nos participan de personas que buscan sus raíces,
la de sus progenitores, con gran desespero. Precisamente,
esa misma ciencia, ha demostrado que un ser humano posee
ya su propia identidad (el verso de ser un ser vivo) desde
el momento mismo de la fertilización. Por lo tanto,
es lógico pedir su total protección a ser
en la vida un poema único, el de vivir y dejar vivir.
A
lo mejor no se necesitan tantos organismos ministeriales,
como puede ser el de ciencias y tecnologías por un
lado y de cultura y educación por otro, como el que
exista una fuerte unión en favor de la cultura de
la vida; de aquella que de luz verde a la ética sobre
la ciencia, de la primacía de la humanidad sobre
todo lo demás. La ciencia por sí misma no
puede calmar el dolor. Hay cruces en la vida, y las habrá
siempre por muchos avances científicos que conquistemos,
que sólo se curan rimando el corazón a verso
limpio, en todos los tiempos y para todos los mundos. La
cultura en la que vivimos inmersos promete el goce en esta
vida, bajo los cimientos del consumo y la novia fácil
del dinero. El famoso pelotazo que un político de
turno vociferó para ganarse el aplauso de las masas
aborregadas. La experiencia de la vida nos enseña
que la felicidad es un soplo de amor, esa donación
del alma con la que escribe el verdadero poeta o artista
que piensa reconquistar la belleza.
Prefiero
un mundo sin medicina antes que una medicina que no esté
al servicio del amor por el ser humano, sin distinción
alguna. Acabo de venir de una urgencia médica. La
espera ha sido de más de ocho horas. Más que
una jornada laboral. Tiempo suficiente para convivir y vivir
con los dolores del prójimo. En la sala presencié
lo inhumano que era la demora, hasta que tocase el turno.
Todo lo contrario a esa ciencia que debe aproximarse al
ser humano y estar pendiente de sus movimientos. Es gozoso
haber descubierto muchas cosas, pero más plácido
será si avanzamos desde el respeto a ese níveo
poema que es la existencia humana, donde ha de prevalecer
el interés individual, o sea el individuo, frente
a la colectividad. No se puede borrar un verso para que
asombre otro. Cada verso es un alma y un olmo de vida insustituible.
Resulta
escalofriante oír tantas orquestas a favor de un
mundo de diseño, de clonaciones en la mejora de la
raza. Desde luego, yo le temo tanto a los congelados de
clínicas embrionarias, y de reproducción asistida,
como a los frescos arsenales de armas. No se sabe lo que
es peor, ante un abuso del uso. La amenaza es permanente.
Nadie está a salvo. Tanto los nacidos como los que
han de nacer. Se puede pasar del común de los sentidos
que, es el sentido común, al juego de los especialistas
donde, alegando fines científicos y creyéndose
Dioses salvadores, todo lo justifican. Habría que
establecer unos rigurosos controles a nivel mundial, puesto
que tan importante es regenerar vidas como generar seguridad
en la vida que ya existe, como es el caso de los embriones,
dignos de tanto respeto como los nacidos. Por consiguiente,
insisto, que apuesto por un mundo más corazón
que de diseño, o lo que es lo mismo, más de
conciencia que de ciencia. Y que si la ciencia avanza, que
también avance el amor verso a verso.
Víctor
Corcoba Herrero
– Escritor-