Marcel
Proust
Por
el camino de Swann
(fragmento)
«Mucho tiempo he estado acostándome temprano.
A veces, apenas había apagado la bujía, cerrábanse
mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme:»Ya
me duermo». Y media hora después despertábame
la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño;
quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún
entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño
no había cesado de reflexionar sobre lo recién
leído, pero era muy particular el tono que tomaban
esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a
convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en un cuarteto,
en la rivalidad de Franciso I y Carlos V.
Esta figuración me duraba aún unos segundos
después de haberme despertado: no repugnaba a mi razón,
pero gravitaba como unas escamas sobre mis ojos sin dejarlos
darse cuenta de que la vela ya no estaba encendida. Y luego
comenzaba a hacérseme ininteligible, lo mismo que después
de la metempsicosis pierden su sentido los pensamientos de
una vida anterior; e asunto del libro se desprendía
de mi personalidad y yo ya quedaba libre de adaptarme o no
a él; en seguida recobraba la visión, todo extrañado
de encontrar en torno mío una oscuridad suave y descansada
para mis ojos, y aún más quizá para mi
espíritu, al cual se aparecía esta oscuridad
como una cosa sin causa, incomprensible, verdaderamente oscura.
Me
preguntaba qué hora sería; oía el silbar
de los trenes que, más o menos en la lejanía
y señalando las distancias, como el canto de un pájaro
en el bosque, me describía la extensión de los
campos desiertos por donde un viandante marcha de prisa hacia
la estación cercana; y el caminito que recorre se va
a grabar en su recuerdo por la excitación que le dan
los lugares nuevos, los actos desusados, la charla reciente,
los adioses de la despedida que le acompañan aún
en el silencio de la noche, y la dulzura próxima del
retorno. »