LA
OSTRA Y EL CANGREJO
Una ostra estaba enamorada de la Luna. Cuando su gran disco
de plata aparecía en el cielo, se pasaba horas y horas
con las valvas abiertas, mirándola.
Desde su puesto de observación, un cangrejo se dio
cuenta de que la ostra se abría completamente en plenilunio
y pensó comérsela.
A la noche siguiente, cuando la ostra se abrió de nuevo,
el cangrejo le echó dentro una piedrecilla.
La ostra, al instante, intento cerrarse, pero el guijarro
se lo impidió.
El astuto cangrejo salió de su escondite, abrió
sus afiladas uñas, se abalanzó sobre la inocente
ostra y se la comió.
Así sucede a quien abre la boca para divulgar su secreto:
siempre hay un oído que lo apresa.