EZRA CON SU CÓDICE DE HUMO POR LAS GRIETAS DEL DIOS
A la muralla que alberga la lluvia que nace de tu boca. Hasta esa música llegan mis fauces.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Cuando la usura asciende como una telarana en su mármol marchito, o quizá cuando se repliega en el ardor de estas cenizas, ?qué festín preparas dondequiera esté tu sangre y tu futuro? Porque lo ves debajo de un hierro dorado que te cubre la cabeza, regresando a su dolor primero -sin alivio de nada-, rojo cielo, espuma a trasluz, valija cerrada colgando de la boca.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Caverna donde engendro esplendores. Hurgo las muchedumbres de mi soledad, arrastro las cáscaras y desperdicios nocturnos para llenar de risas esta fiesta.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
La fiesta, la feria y su limoso presente. Compruebo la demolición del mundo por el gesto.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Es vieja esta masacre. La extremaron los esclavos desde el nacimiento del poseso ungido en su tragedia, la repiten sirvientes con el goce amenazante de una revelación: ?a quién buscan?, preguntaba en el huerto el que ha bajado. !Qué honor, qué tembloroso ruín contaría los minutos, qué alardeo de juicio final encerrado en un ardor de telaranas!
Sonríes en el espejo de cal hirviendo intacto un cortejo de cicatrices. El saqueo no se avergüenza del ritual, acontece.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Ni siquiera un aleteo dibujado por la sombra de la esperanza, me alivia del lenguaje. ¿No dijiste siempre que el lenguaje grazna y brama y jadea? Qué petrificada es esta mansión bajo mi lengua, deshojándose. Voy hacia el rescate de los hilos. El agua subiría por el muro con sus ofrendas: un amuleto filoso y un nino que duerme. Aunque sentencien y asistan a su muerte disfrazada, el nino duerme. La rueca feroz aguarda. Las plagas avientan al amortajado con humo lobreguísimo.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Lo que cava sin fin hasta el principio. El ritmo. Las puertas y las peregrinaciones. Los alimentos, las pinzas del insomnio. El gesto crudo. El lujo de un desierto que arde.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Y apenas atraviesas aquella ruina, todos los poderes caen -es decir, se sumergen- en la pequena esfinge guardiana. Los domingos alzan su graal en honor de la embalsamadora. !Quién acudiera a su grito, a la voz infantil abierta en grandes charcos! Y la arena traga a la desertora. Mar adentro, en largas jornadas al temblor.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
No quieras jamás el consuelo, esa heredad de los débiles: trampas de las horas secándose hasta el llanto. Antes el viajero sufría desnudez en las victorias de la carne. Estar era abandono guardador de espléndidos seres arrebatados al milagro. Ítaca florecía en la mohosa estirpe de vísceras comidas por los lobos. Eso sí, los lobos que apacientan un mármol implacable.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Resplandece. Dudosa la luz de los rastros, de otra muerte, de las falsificaciones. Persuasión de un objeto vedado.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
…muerte muerte muerte muerte muerte muerte muerte muerte muerte
ORONADA EN SILLA DE PAJA
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Ciudades edificadas sobre cráneos. El viajero suele ver imperios en las estrías de un carbón amarrado a su sangre.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Cantabas un lenguaje de pájaros para cantar con los pájaros desde la fundación del mundo.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Detrás de una membrana se levanta la puerta. Imán de una memoria habitada -a sobresaltos- por desfiladeros interestelares, por rejas y por dientes,
RÍES LA FIESTA
EL SUSURRO DEL SIEMPRE TATUAJE
ABIERTO EN EL BALDÍO
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Entonces una voz le dirá a Ezequiel: «Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Profetiza sobre estos huesos, y diles: huesos secos, Oídle.»
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Ya el sol fue tela de cilicio en mis ojos. Ahora llueve sobre las estatuas y recuerdo mis tribus, arrojadas por un rey enloquecido a sus amantes. ¿ Es que no probé las agrias almendras sobre el umbral, no las probé acaso? Atrás el alba pegajosa de los padres del desierto. Los mínimos ojos disponen de la aventura devorada por la herida.
Todo lo sabes del temblor y sus túneles. Por eso te pido la delicada llave, la fascinante.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Contra la lucidez, duermes tu boca de hielo, las nervaduras en declive de tu furia. Paredes donde remolcan el secreto. El mundo ha de resquebrajarse como un calco del mundo. Hospitales de la conjetura sin amparo, vísperas del espejo que huye. Falsos punales dentro del vacío. Se subleva en piedad toda mi herida.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Vírgenes negras de Haití -desde lo alto- preparan el vuelo del rocío en el viento amargo de esta cacería. ?No ves cómo sangra el que aprendió a entrar en el grito? Era el grito incesante de la lluvia, el fruto amenazado.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Athanor para guardar el fuego. Ningún camino conduce hasta la casa: no hay casa, no hay espera. Déjale desatar este cielo. Levantar esa ceniza.
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando poe el bosque?)
Veo que pasean a un hombre en una jaula por las calles estériles de una ciudad idéntica a todas las ciudades en el planeta pavoroso. !Soy yo, el ilustre Ezra Pound con raíces de limoneros y humo lunar surgiendo de la mínima distancia entre el jadeo y el grito! !Seré yo, el andrajoso! !Pero alcancen la jaula y recojan los residuos!
(¿Sólo perdura la emoción, sigues aullando por el bosque?)
Los monos suben los peldaños. Hay ráfagas de viento y de memoria. Puertas adentro, un jaguar destroza el graal de la usura.
©MANUEL LOZANO Buenos Aires, 3 de junio de 2003
(Este texto pertenece al libro «La Noche Desnuda de Rostro Ciego», de Manuel Lozano. Derechos registrados.)