EL
MONO Y EL DELFÍN
Un barco cargado con grandes tesoros, viajaban a bordo algunos
animales , sobre todo perros y monos, naufragó no
lejos de Atenas. Una fuerte tormenta desmanteló el
barco, que se hundió. Muchos hombres hubieran perecido
en el naufragio a no ser por los delfines.
En
efecto, los delfines siempre han sido muy amigos del hombre,
y en esta ocasión demostraron su eficiencia, pues montaban
sobre su lomo a cuantos podían y les dejaban en tierra
firme.
Uno
de los monos que llevaba el navío, quiso aprovecharse
de su parecido con la especie humana para también salvarse.
Uno
de los delfines le confundió con un hombre, y le dijo
que se montara en su lomo, cosa que el mono se apresuró
a hacer.
Cuando
ya llegaban a tierra, el delfín preguntó por
casualidad:
-¿Eres
acaso de Atenas?
–
Sí, soy uno de los personajes de esta ciudad.
-Entonces,
¿te conocen allí?
-Mucho.
Si tienes necesidad de algo, pregunta por mí en cuanto
llegues a Atenas. Cualquiera te dirá la casa donde
vivo. Puedo hacerte algún favor, pues el alcalde es
primo mío.
-Está
bien; pues muchas gracias. ¿Y El Pireo? Supongo que
lo verás cada día.
El
Pireo es el puerto de Atenas; pero el mono, en su ignorancia,
lo confundió con el nombre de una persona, y dijo,
creyéndose superior:
-¡Ah,
sí! Cada día le veo. Precisamente es muy amigo
mío.
En
cuanto el delfín oyó esta respuesta comenzó
a reírse a carcajadas, y miró a su carga. Reconoció
a un mono, y lo echó al agua, yendo de nuevo al barco
para salvar a los hombres. Y dejó de preocuparse de
los monos.
El
animal de nuestro cuento actuó como muchas personas,
que hablan de ciertas cosas, cuando en realidad no tienen
ni idea de lo que hablan. Cuando uno demuestra su ignorancia
en algunos aspectos, podrá ser instruido por otros.
Pero
si uno se enorgullece sin tener motivo, nunca podrá
aprender, sino que cerrará todas las posibilidades
que de ello tendría.