EL AMIGO MISTERIOSO
Esa
noche, mientras la lluvia se desleía con firmeza, ella
fumaba bastante preocupada.
Desde la tarde anterior, cuando Ron había salido por
cigarros, la única noticia de su paradero, significó
una llamada cerca de medianoche, con la voz pastosa de un
borracho. Pero no era su voz, la voz la recordaba la de alguien,
que no podía ubicar en su pasado.
«Lo tenemos, querida»
Y aunque se disimulaba con seseos y frases cortadas, se advertía
la voz de un hombre mayor, de esos que saben como jugar una
mala pasada.
«No te comuniques con la policía, linda, tú
sabes que queremos y te lo devolveremos» Y no supo que
contestar.
No tenía la menor idea de qué buscaban o para
qué.
Ron se dedicaba a la ingeniería civil y no era precisamente
brillante, si no más bien mediatico, un poco desajenado
de la vida social, pero un estupendo buen amigo. Quizá
como amante no tenía el nivel de otras aventuras, pero
se compensaba con su bondad e inocencia. No entendía
como alguien querría hacerle daño.
«A las diez, queremos que vengas sola y sin policías
a un kilómetro a la redonda, o lo mataremos»,
y aunque ya eran las ocho, todavía no contaba con ningún
plan.
Su reloj marcaba las nueve y diez cuando se encaminó
al lugar asignado.
La gravilla en el piso, producía un crujir muy singular.
Advirtió de súbito el ruido de una pisada.
¿La seguían?
Atemorizada, apresuró su camino. La lluvia se apretujaba
ante su vista, y casi no veía nada.
A escasos cincuenta metros del punto convenido, sintió
una presión singular en su hombro.
Un pequeño ser, de unos veinte centímetros,
la observaba. Parecía como un osito, pero además
de erguirse en dos pies, hablaba.
«Te voy a ayudar», le dijo.
Ella pensó que, aunado a todos sus problemas, uno más
grave se manifestaba, porque estaba quedando loca.
Apresuró su andar sin hacer caso del pequeño
ente.
«No creas que es tu imaginación ni el producto
de la desesperación. Voy a ayudarte…He visto todo
y puedo detener el tiempo, si logro mantenerlo unos minutos
para ellos, tú puedes liberar a tu amigo y se van de
aquí»
Cuando estuvo a escasos metros, decidió que intentaría
todo. «Esta bien…Ayúdame, quién quiera
que seas», y de pronto, mientras los veía, distinguió
a Ron, amarrado de las manos y con un esparadrapo.
Entonces, el tiempo se detuvo…Quedaron estáticos,
y sólo ella podía moverse. Corrió hacia
Ron, lo desató y en el auto de los tipos, se alejó
del lugar…
El tramo quedó atrás, mientras una luz en su
panorámico, le mostró la estela de la nave del
pequeño ser.
Nunca le contó a Ron la experiencia, y cuando por fin
se casaron en Marsella, muy lejos de donde había sucedido
todo, cada noche buscaba en el balcón, algún
rastro de su misterioso amigo…¿habría sido
un ángel, o un extraterrestre?
Jamás lo sabría.
AUTOR: JESÚS QUINTANILLA OSORIO.