CONVERSACION CON LIRIOS
Manuel Lozano
….. Los desperdicios se amontonan desmesuradamente por las noches. Durante el sueño, el escriba del rey asirio Asurbanipal conversa con lirios amarillentos, más versosímiles quizás que los lirios vistos en la ahora lejana choza de su padre.
Ajeno por completo a la saga mítica que lo inmortalizará en la historia de los hombres, el habitante de la biblioteca del rey cree sentirse extraviado en aquel jardín de flores monótonas que son, a su vez, curiosas máquinas parlantes.
-Ellos, sin recobrar las fuerzas, morirían con la cabeza hacia abajo- advierte uno que a veces rebuzna-.
-Pero los otros, llegaban a los confines de la tierra -contestó de improviso el de al lado-, olvidando que eran legiones de Su Señor, y a él se debían.
-Como nosotros, en otro orden de cosas- dijo el primero con desgano, remedando el graznido de un pájaro insoportable.
En uno de los ángulos menos visibles del jardín, como desprendiéndose de entre las ortigas y alguna que otra raíz seca, a plena luz de mediamañana, un lirio dotado de una presciencia singular que iba del sueño a la vigilia y viceversa, le recordó: «No hay diferencias entre el escriba y el rey», aludiendo con demasiada certeza a los festines anuales en que ambos intercambiaban sus roles por unas pocas horas.
-Jamás encontrarás lo que buscas por destino -le contestó una voz grave que planeaba sobre las flores-, para agregar después como una maldición, la pregunta más desnuda: «¿dónde estás?»
Fue entonces cuando el escriba de Asurbanipal entendió que la duda era también posible en el sueño, ese sumidero de los dioses, y que subía, dentro de la sangre, como una enredadera iluminada hasta asfixiarlo.
París, 3-VI-90