ANOCHE
SOÑÉ UN CUENTO
QUE NO ES CUENTO
Podríamos decir sin asombro, que la sombra, aparte
de acompañarnos el moribundo cuerpo, es un abecedario
de sílabas que nos mueve los labios del alma. Anoche,
yo mismo, noté al levantarme los labios secos en el
espectro sombreado del espejo, después de tanto correr
de miedo por entre las enlutadas estrellas que en vez de luz,
llameaban como víboras atormentadas por la sangre de
los terrícolas.
Al
romper el alba, como siempre, tuve que levantarme para ir
a la oficina, aunque me encontraba sumamente agobiado y cansado.
Intenté organizar el pensamiento para quitarme el mal
sabor de boca. La noche había sido un calvario de pasmos,
siluetas que cobran vida con argumentos que condensan las
palabras del aire, haciendo saltar centellas leoníferas
en vez de la chispa del amor. Fue una trama repleta de acciones
y reacciones, de cargas y descargas abrasadoras, un intenso
movimiento de sensaciones que me dejaban sin aire. Llegué
a pedir un poeta al servicio de urgencias parnasianos, por
si había que operar a las personas de la tierra, ante
tanto diluvio llameante, pues solo ellos saben adentrarse
en la habitaciones interiores del yo, al ser titulares –por
donación del Creador- de versos salvavidas y de salmos
que son salves.
Confieso que sentí la tierra, llorar cañonazos
de fuego y diluviar fogonazos de sangre, mientras una voz
lejana, al oído, me recetó la medicina salvadora,
lo que había que hacer, ante el estado de urgente necesidad
del planeta. “Es necesario que los poetas salgan a la
calle y se pongan a recitar por todos los rincones, a fin
de que las rosas vuelvan a ser rosas y que el viento traiga
lluvia que calme la tempestad y la furia del gentío
humano”. ¡Cuánto me hubiera gustado ser
un poeta en guardia, de los que guardan la belleza para donarla!.
Me quedé sin palabras para rimar versos con beso, risa
con sonrisa, porque el desamor había desterrado el
amor del mapa humano. ¡Qué pena! El poeta que
todos llevamos dentro, no salía, porque habíamos
olvidado que el más níveo de los creadores ha
de llevar consigo, la autenticidad para hacer brotar la belleza,
bajo el sol de la verdad, un soplo de luz que anima e incita
a vivir.
Con
razón dijo un poeta, que amarse no es mirarse el uno
al otro; es mirar juntos en una misma dirección. En
la tierra nos falta ese amor y nos sobra ese mirarnos a nosotros
mismos y volvernos más reyes que el rey de lo creado.
El atrofiante individualismo que nos ronda y nos circunda,
constituye la más radical contrariedad de la existencia.
Se necesita recuperar esa paloma blanca que rompe fronteras,
y ese vestido de seda que cubre el alma, para que nos nazca
el albor en cada despertar.
En
cualquier caso, tenía el presentimiento de que después
de tomar una tostada con café acompañado por
soledad, -jamás me ha gustado tomar un café
solo- se me borraría la pesadilla del tormento, de
ese infierno en llamas, que viví anoche. De pronto,
un desconocido que peinaba canas, esperando leer el periódico
que había tomado como suyo un pesado cliente, me sorprende
con unas palabras, quizás para desahogarse, mientras
mira una y mil veces el reloj.
–
¡Hay qué ver!, lleva el tío media hora
–cronometrada por reloj- leyendo el periódico,
como si fuera suyo. En los bares, la prensa está para
hojear los titulares, ver las esquelas por si algún
conocido se ha pasado a mejor vida, mirar si la suerte del
juego nos ha sorprendido, y a lo sumo, leer los dimes y diretes
de la crónica rosa y el horóscopo. Eso se entiende.
Este lo examina todo. Ha empezado por lo local, luego ha ido
a lo nacional, ha seguido por lo internacional…todo…todo…¡Pues
que lo compre, puñeta!.
– Oiga –le digo en voz baja para que no se entere el
convecino lector- , ¿y cómo tiene Vd tanto interés
por leer este panfleto, que dice siempre lo mismo, buen hombre?.
– Ya, pero hoy es diferente. Quiero enterarme bien de lo que
pasó…
– Pero… ¿qué pasó? –le pregunto
aturdido-
– ¡Vaya noche que he pasado, no he pegado ojo!.
– Oiga, en eso coincidimos, yo he tenido una tremenda pesadilla…pero,
dígame, ¿sucedió algo tremendo?.
– Mi vecino… –se le saltan las lágrimas-
– Su vecino, ¿qué?
– Mi vecino, mi vecino… esta noche le pegó una paliza
de muerte a su mujer, y luego la quiso quemar, y a poco más
nos destruye toda la urbanización.
– Ah, ¿si?. ¡Es tremendo!.
– Sí, yo era un machista empedernido, pero con esto
del maltrato a la mujer, no puedo. Todo va fatal. España
es un continuo divorcio a fuego, se disgregan las familias
y en el País Vasco llamean las banderas bajo signos
de desunión. Ya no importa la patria unida ni tampoco
el españolear unidos. Y luego, el mundo, es otra bola
de fuego…¡Cuánto dolor estamos sembrando!.
– ¿Cómo?. ¿Ha dicho una bola de fuego?…
–De pronto me acuerdo de la pesadilla.
– Si, yo esta noche creía que estaba soñando
uno de esos cuentos de terror que nos ofrece la tele, pero
cuando desperté –ante tanto griterío-
era mi vecino, que había decidido plantar fuego al
vecindario, con su mujer como mártir.
– ¡Qué fuerte!. ¿Ha dicho fuego?
– Si, claro. Menos mal que acudieron como relámpagos
los bomberos, ¡gente buena!.
– Oiga, le diré…que yo soñé con fuego
también esta noche…
– ¿Sí?.
– Como se lo digo.
– ¿Dónde vive Vd?.
– En la calle de los Niños Luchando, número
13, portal cuarto, del ala derecha, piso quinto, letra W.
– ¡Anda, si somos vecinos!.
– ¿Qué?. ¿No me lo puede creer?.
– Si que lo que Vd. soñó, no ha sido un cuento,
ha sido una realidad, a poco más arde Vd. dentro y
no se entera, y toda la urbanización.
– ¡Toma castaña!. Esto de vivir en un piso, es
como vivir en un oasis de soledades, nadie conoce a nadie,
con tantas alas, pisos y portales.
Mi
nuevo amigo, vuelve a mirar el reloj, y decide irse porque
tiene que fichar en la Consejería de Asuntos de Bien
Ser –lugar donde trabaja por oposición, según
me aclara, insiste que no ha sido a dedo- . “Luego lo
compraré. Espero que cuando nos veamos por el enjambre
de la urbanización nos saludamos. De algo ha servido
no poder leer el periódico. Aquí tiene Vd. a
un amigo, José Caballo en Burro del Ayuntamiento de
Granáaa”. Yo también le despido, y sin
querer miro el reloj…También debo irme…El tiempo
marca nuestros movimientos.
Pero
sí, sí, había descubierto que es muy
difícil discernir lo real de lo ficticio; puesto que
la realidad supera a los cuentos del lobo y caperucita. Ahora
tenemos más mercancías, pero menos trato humano,
más ordenadores pero menos diálogo. El virus
de la soledad como el virus de la violencia acrecienta la
cultura de la muerte. Donde todo vale lo mismo, en definitiva
nada vale nada. La pérdida de la dignidad de la persona,
aunque tanto se propugna en los estados constitucionales,
así como la desintegración del modelo familiar,
es la gran mentira del siglo actual, porque no se encinta
en el estado del corazón. Finalmente, mejor sigo siendo
niño, pensé. Total soy niño y débil,
pero todas las noches puedo vagar libremente por los tejados
del cielo y bañarme en el amor de madre.
Autor : Víctor Corcoba Herrero