POR QUE ME QUITE DEL VICIO»
No es por hacerles desaigre… Es que ya no soy del Vicio… Astedes me lo perdenen, pero es qui hace más de cinco años que no tomo copas, onqui ande con los amigos.
Que si no me cuadran…? ¡Harto! Pa que he di hacerme el santito, si he sido reteborracho; ¡Como pocos lo haigan sido! ¡Per’ora si ya no tomo, manque me lleven los pingos! Dendi antyes que me casara encomencé con el vicio; y aluego,ya de casado, tamién le tupí macizo… ¡Probecita de mi vieja! ¡Tan guena sempre conmigo! ¡Por más que l’hice sufrir, nunca me perdió’l cariño!
Era una santa la probe, y yo, con ella, un endino, nomás pa que no sufriera, llegué a quitarme del vicio, pero, poco duró el gusto, la de malas se nos vino y una noche redepente, quedó com’un pajarito.
Dicen que jué’l corazón… yo no se lo qui haiga sido; pero sento en la concencia que jué mi vicio cochino el qu’hizo que nos dejara solitos ami y mi hijo. ¡un chilpayate di ocho años que quedaba guerfanito a l’eda en qui hace más falta la madre con su cariño! Me sentí disesperado de verme solo con m’hijo. ¡Probecita criatura! Mal cuidado…Mal vestido… Sempre solo…¡Ricordando al angel que bía perdido!
Antonces pa no pensar golví a darle recio al vicio, porque poniéndome chuco, me jallaba más tranquilo, y cuando ya s’taba briago y casi jueras de juicio parece que mi dijunta, taba alli,¡junto conmigo!
Al salir de mi trabajo, m’iba yo con los amigos. y aluego, ya a medios chiles, mercaba yo harto refino y regresaba a mi casa onde mi aguardaba m’hijo; y alli, ¡duro…! trago y trago, hasta ponerme bién pítimo. ¡ Y ai’staba la tarugada !
Ya endenantes les he dicho; lueguito vía a mi vieja que llegaba a hablar conmigo y encomenzaba a decirme cosas de mucho cariño, y yo, a contestar con ella, como si juera dialtiro cierto lo qu’estaba viendo, en tan y mientras que m’hijo se abrazaba a mi asustado, diciéndome el probe niño: -¿Ond’sta mi mamacita? Dime onde’sta papacito… ¿Es verdá que t’esta hablando? ¿Cómo yo no la deviso…? –«¡pos que no la ve, tarugo, vaya a que li haga cariños!»
Y el probecito lloraba y pelaba sus ojitos buscando retiasustado a aquella a quen tanto quizo… Una noche al regresar d’estarle dando al oficio, llego y, al abrir la puerta, ¡ ay, Jesús, lo que deviso! Hecho bola sobre’l suelo, taba tirado mi niño, risa y risa com’un loco y pegando chicos gritos. –¿Que te pasa? ¿Que sucede? ¿Ti has guelto loco dialtiro?!
Pero intoces, en la mesa, vide’l frasco del refino, que yo bía dejado lleno, interamenta vacío. Luego luego me dí cuenta y me puse retemuino: –«¿Qui has hecho, escuincle malvado? ¡Ya bebites el refino¡ ¡Pa qui aprendas a ser gueno, voy a romperte’l hocico!…»
Y aluego, con harto susto, que l’hizo golver el juicio, y con una vos di angustia que no he di olvidar, me dijo: –«No me pegues…No me pegues… Ni jui malo, papacito, ¡Jue pa ver a mi mamita como cuando habla contigo! ¡Jue pa qu’ella me besara y m’hiciera hartos cariños!»
Dend’entonces ya no tomo onqui ande con los amigos… No es por hacerles desaigre, pero ya no l’entro al vicio… Y cuando quero rajarme, porque sento el gusanito de tomarme alguna copa, nomás me acuerdo de m’hijo, y antonces si ya no tomo ¡ Manque me lleven los pingos !
Tomado del libro de poesias » DEL ARRABAL» de Carlos Rivas Larrauri, editores mexicanos unidos, 1a. edición abril 1997, pag. 104-109.