Perfume
de jacintos
Marcelo D. Ferrer
La Plata, Buenos Aires, Argentina.
Saturado
el aire de mordaz fatalidad,
in sécula cabalga la muerte como entremés
de un
sueño.
Espigas rotas de jacintos…,
púrpura sanguinolento…
Maraña de maderos en estocada yugular.
Como gris
nube de azar,
se disipa al fin la vida…,
se viene la orfandad.
Tíñese
la noche de negro plomizo…
Un viento e hiel,
aúlla en los pinos asesinos.
–¿El
potro? –En el cobertizo.
Apajado descansa sus bríos clandestinos.
–¿La niña? –Adolorida.
Aún no acierta dilucidar lo acontecido.
–¿Y la ausencia?
–Como un filo! se le mete a la cama entre los linos.
Del negro
de la noche al negro vestido.
Mañanas de ojos que parecen llovidos.
Y no hay risas… ni perfume de jacintos.
–¿Y
mi madre…? –¡Se ha ido!
Desbocado
el zaino en los trigos,
al bosque huyó despavorido.
Una estocada de pino,
la segó por el cuello…,
quebró los jacintos.