PARA
UN MENÚ
Las
novias pasadas son copas vacías;
en
ellas pusimos un poco de amor;
el
néctar tomamos…huyeron los días…
¡Traed
otras copas con nuevo licor!
Champán
son las rubias de cutis de azalia;
Borgoña
los labios de vivo carmín;
los
ojos oscuros son vino de Italia,
los
verdes y claros son vino de Rhin.
Las
bocas de grana son húmedas fresas;
las
negras pupilas escancian café;
son
ojos azules las llamas traviesas
que
trémulas corren como almas del té.
La
copa se apura, la dicha se agota;
de
un sorbo tomamos mujer y licor..
Dejemos
las copas…Si queda una gota,
¡que
beba el lacayo las heces de amor!
Mis
enlutadas
Descienden
taciturnas las tristezas
al
fondo de mi alma,
y
entumecidas, haraposas brujas,
con
uñas negras
mi
vida escarban.
De
sangre es el color de sus pupilas,
de
nieve son sus lágrimas;
hondo
pavor infunden… Yo las amo
por
ser las solas
que
me acompañan.
Aguárdolas
ansioso, si el trabajo
de
ellas me separa,
y
búscolas en medio del bullicio,
y
son constantes,
y
nunca tardan.
En
las fiestas, a ratos se me pierden
o
se ponen la máscara,
pero
luego las hallo, y así dicen:
-¡Ven
con nosotras!
¡Vamos
a casa!
Suelen
dejarme cuando sonriendo
mis
pobres esperanzas
como
enfermitas, ya convalecientes,
salen
alegres
a
la ventana.
Corridas
huyen, pero vuelven luego
y
por la puerta falsa
entran
trayendo como nuevo huésped
alguna
triste,
lívida
hermana.
Abrese
a recibirlas la infinita
tiniebla
de mi alma,
y
van prendiendo en ella mis recuerdos
cual
tristes cirios
de
cera pálida.
Entre
esas luces, rígido, tendido,
mi
espíritu descansa;
y
las tristezas, revolando en torno,
lentas
salmodias
rezan
y cantan.
Escudriñan
del húmedo aposento
rincones
y covachas,
el
escondrijo do guardé cuitado
todas
mis culpas,
todas
mis faltas.
Y
hurgando mudas, como hambrientas lobas
las
encuentran, las sacan,
y
volviendo a mi lecho mortuorio
me
las enseñan
y
dicen: habla.
En
lo profundo de mi ser bucean,
pescadoras
de lágrimas,
y
vuelven mudas con las negras conchas
en
donde brillan
gotas
heladas.
A
veces me revuelvo contra ellas
y
las muerdo con rabia,
como
la niña desvalida y mártir
muerde
a la harpía
que
la maltrata.
Pero
enseguida, viéndose impotente,
mi
cólera se aplaca.
¿Qué
culpa tienen, pobres hijas mías,
si
yo las hice
con
sangre y alma?
Venid,
tristezas de pupila turbia,
venid,
mis enlutadas,
las
que viajáis por la infinita sombra,
donde
está todo
lo
que se ama.
Vosotras
no engañáis: venid, tristezas,
¡oh
mis criaturas blancas,
abandonadas
por la madre impía,
tan
embustera
por
la esperanza!
Venid
y habladme de las cosas idas
de
las tumbas que callan,
de
muertos buenos y de ingratos vivos…
Voy
con vosotras,
vamos
a casa.
Ultima
necat
¡Huyen
los años como raudas naves!
¡rápidos
huyen! Infecunda Parca
pálida
espera. La salobre Estygia
calla
dormida.
¡Voladores
años!
¡Dado
me fuera detener convulso,
horas
fugaces, vuestra blanca veste!
Pasan
las dichas y temblando llegan
mudos
inviernos…
Las
fragantes rosas
mustias
se vuelven, y el enhiesto cáliz
cae
de la mano. Pensativa el alba
baja
del monte. Los placeres todos
duermen
rendidos…
En
mis brazos flojos
Cintia
descansa.
MANUEL
GUTIERREZ NÁJERA