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Gutierrez Najera, Manuel

PARA
UN MENÚ

Las
novias pasadas son copas vacías;

en
ellas pusimos un poco de amor;

el
néctar tomamos…huyeron los días…

¡Traed
otras copas con nuevo licor!

Champán
son las rubias de cutis de azalia;

Borgoña
los labios de vivo carmín;

los
ojos oscuros son vino de Italia,

los
verdes y claros son vino de Rhin.

Las
bocas de grana son húmedas fresas;

las
negras pupilas escancian café;

son
ojos azules las llamas traviesas

que
trémulas corren como almas del té.

La
copa se apura, la dicha se agota;

de
un sorbo tomamos mujer y licor..

Dejemos
las copas…Si queda una gota,

¡que
beba el lacayo las heces de amor!

Mis
enlutadas

Descienden
taciturnas las tristezas

al
fondo de mi alma,

y
entumecidas, haraposas brujas,

con
uñas negras

mi
vida escarban.

De
sangre es el color de sus pupilas,

de
nieve son sus lágrimas;

hondo
pavor infunden… Yo las amo

por
ser las solas

que
me acompañan.

Aguárdolas
ansioso, si el trabajo

de
ellas me separa,

y
búscolas en medio del bullicio,

y
son constantes,

y
nunca tardan.

En
las fiestas, a ratos se me pierden

o
se ponen la máscara,

pero
luego las hallo, y así dicen:

-¡Ven
con nosotras!

¡Vamos
a casa!

Suelen
dejarme cuando sonriendo

mis
pobres esperanzas

como
enfermitas, ya convalecientes,

salen
alegres

a
la ventana.

Corridas
huyen, pero vuelven luego

y
por la puerta falsa

entran
trayendo como nuevo huésped

alguna
triste,

lívida
hermana.

Abrese
a recibirlas la infinita

tiniebla
de mi alma,

y
van prendiendo en ella mis recuerdos

cual
tristes cirios

de
cera pálida.

Entre
esas luces, rígido, tendido,

mi
espíritu descansa;

y
las tristezas, revolando en torno,

lentas
salmodias

rezan
y cantan.

Escudriñan
del húmedo aposento

rincones
y covachas,

el
escondrijo do guardé cuitado

todas
mis culpas,

todas
mis faltas.

Y
hurgando mudas, como hambrientas lobas

las
encuentran, las sacan,

y
volviendo a mi lecho mortuorio

me
las enseñan

y
dicen: habla.

En
lo profundo de mi ser bucean,

pescadoras
de lágrimas,

y
vuelven mudas con las negras conchas

en
donde brillan

gotas
heladas.

A
veces me revuelvo contra ellas

y
las muerdo con rabia,

como
la niña desvalida y mártir

muerde
a la harpía

que
la maltrata.

Pero
enseguida, viéndose impotente,

mi
cólera se aplaca.

¿Qué
culpa tienen, pobres hijas mías,

si
yo las hice

con
sangre y alma?

Venid,
tristezas de pupila turbia,

venid,
mis enlutadas,

las
que viajáis por la infinita sombra,

donde
está todo

lo
que se ama.

Vosotras
no engañáis: venid, tristezas,

¡oh
mis criaturas blancas,

abandonadas
por la madre impía,

tan
embustera

por
la esperanza!

Venid
y habladme de las cosas idas

de
las tumbas que callan,

de
muertos buenos y de ingratos vivos…

Voy
con vosotras,

vamos
a casa.

Ultima
necat

¡Huyen
los años como raudas naves!

¡rápidos
huyen! Infecunda Parca

pálida
espera. La salobre Estygia

calla
dormida.

¡Voladores
años!

¡Dado
me fuera detener convulso,

horas
fugaces, vuestra blanca veste!

Pasan
las dichas y temblando llegan

mudos
inviernos…

Las
fragantes rosas

mustias
se vuelven, y el enhiesto cáliz

cae
de la mano. Pensativa el alba

baja
del monte. Los placeres todos

duermen
rendidos…

En
mis brazos flojos

Cintia
descansa.

MANUEL
GUTIERREZ NÁJERA