ONDAS
MUERTAS
Manuel Gutiérrez Nájera
En
la sombra debajo de tierra,
donde
nunca llegó la mirada,
se
deslizan en curso infinito
silenciosas
corrientes de agua.
Las
primeras, al fin, sorprendidas,
por
el hierro de rocas taladra,
en
inmenso penacho de espumas
hervorosas
y límpidas saltan.
Mas
las otras, en densa tiniebla,
retorciéndose
siempre resbalan,
sin
hallar la salida que buscan,
a
perpetuo correr condenadas.
A
la mar se encaminan los ríos,
y
en su espejo movible de plata,
van
copiando los astros del cielo
o
los pálidos tintes del alba:
ellos
tienen cendales de flores,
en
su seno las ninfas se bañan,
fecundizan
los fértiles valles,
y
sus ondas son de agua que canta.
En
la fuente de mármoles níveos,
juguetona
y traviesa es el agua,
como
niña que en regio palacio
sus
collares de perlas desgrana;
ya
cual flecha bruñida se eleva,
ya
en abierto abanico se alza,
de
diamantes salpica las hojas
o
se duerme cantando en voz baja.
En
el mar soberano las olas
los
peñascos abruptos asaltan;
al
moverse, la tierra conmueve
y
el tumulto los cielos escalan.
Allí
es vida y es fuerza invencible,
allí
es reina colérica el agua,
como
igual con los cielos combate
y
con dioses monstruosos batalla.
¡Cuán
distinta la negra corriente
a
perpetua prisión condenada,
la
que vive debajo de tierra
do
ni yertos cadáveres bajan!
La
que nunca la luz ha sentido,
la
que nunca solloza ni canta,
esa
muda que nadie conoce,
esa
ciega que tiene esclava.
Como
ella, de nadie sabidas,
como
ella, de sombras cercadas,
sois
vosotras también, las oscuras
silenciosas
corrientes de mi alma.
¿Quién
jamás conoció vuestro curso?
¡Nadie
a veros benévolo baja!
Y
muy hondo, muy hondo se extienden
vuestras
olas cautivas que callan.
Y
si paso os abrieran, saldríais,
como
chorro bullente de agua,
que
en columna rabiosa de espuma
sobre
pinos y cedros se alza.
Pero
nunca jamás, prisioneras,
sentiréis
de la luz la mirada:
¡seguid
siempre rodando en la sombra,
silenciosas
corrientes del alma!