MEMORIAS DE UN SACRISTÁN
I
Dos de abril. – un bautizo. – ¡Hermoso día!
El nacido es mujer; sea en buena hora.
Le pusieron por nombre Rosalía.
La niña es, cual su madre, encantadora.
Ya el agua del Jordán, su sien rocía;
todos se ríen, y la niña llora.
Cruza un hombre embozado el presbiterio;
mira, gime y se aleja: aquí hay un misterio.
II
A unirse vienen dos, de amor perdidos.
El novio es muy galán, la novia es bella.
¿Serán en alma como en cuerpo unidos?
Testigos: primas de él y primos de ella.
En nombre del Señor son bendecidos.
Unce el yugo al doncel y a la doncella.
Dejan el templo, y al salir se arrima.
Un primo a la mujer, y él a una prima.
III
¡Un entierro! ¡Dichosa criatura!
¿fue muerto, o se murió? ¡Todo es incierto!
Solos estamos sacristán y cura.
¡Cuán pocos cortesanos tiene un muerto!
nacer para morir es gran locura.
Suenan las diez. La iglesia es un desierto.
Dejo al muerto esta luz, y echo la llave.
Nacer, amar, morir: después… ¡quién sabe!
Ramón de Campoamor