MARTIRIO DE NUESTROS DÍAS
Los vientos andan crecidos
de injusticia social
y trotan por el camino del vicio
tan espigados como los ojos del sol.
Las plazas son balcones de odio.
Torres de fuego dejan sin aire,
lo que es aire de vida,
y la baranda del tiempo quema
lo que aún es poesía de verde rama.
Todo es desespero,
ni un grano de alegría en el cuerpo,
rearme militar hasta los huesos,
sones de águilas al acecho
se tragan todas las sonrisas,
celdas de armadura por doquier,
dolores y más dolores se clavan
en los pétalos del corazón,
se sirven en bandeja como si nada,
y nadie retira los platos rotos.
Ciegos, vamos feneciendo
entre las sábanas del abuso,
los cumpleaños de hipocresía,
las onomásticas de la sin razón.
En las habitaciones de la tierra
ya no hay espacio para el amor,
sólo interés bañándose en el capital,
a un rédito de camuflaje.
Crecí besando odio y amargura,
dirán nuestros hijos,
que han guardado sus heridas abiertas
para cerrar la venganza,
en este mundo de poderes,
que poda libertades y despide ira.
El exceso de cólera
encala las paredes del ser humano
y aviva el cancionero de la locura.
¡Qué pena! ¡Qué dolor!
Víctor Corcoba Herrero