LOS
CRUCES DE CAMINOS
DEL DESTINO
Hay
un precipicio infinito detrás de cada esquina,
palpitando sonriente bajo una suave alfombra de flores.
Hay
un ataúd hecho a medida
para cada uno de nosotros
en la desembocadura mortal de nuestro sendero.
Descansa
la muerte sobre la vida a sus anchas,
respirando su luz
con sus pulmones oscuros.
Pero
la vida frena la atracción de ese voraz remolino
que conduce a la nada,
anclando sus raíces bajo el césped rosado del
amor.
Hay
un doble nuestro que nace y muere eternamente.
Hay
un sol que espanta a la luna
cada mañana
con la paleta incendiaria del amanecer.
Hay
vida y muerte latiendo,
como el reflejo del cielo en un cráneo,
en los cruces de caminos del destino.
Ángel
Padilla