SALVADOR
DÍAZ MIRÓN
LA
ORACION DEL PRESO
Cárcel de Veracruz. Septiembre de 1895
Señor,
tenme piedad, aunque a ti clame
¡sin fe! perdona que te niegue o riña
y el ara tienda con bochorno infame!
Vuelvo al antiguo altar. No en vano ciña
guirnaldas a un león y desparrame
riego que pueda prosperar tu viña!
Líbrame
por merced, como te plugo
a Bautista y Apóstol en Judea,
ya que no me suicido ni me fugo!
Inclínate al cautivo que flaquea;
y salvo, como Juan por el verdugo,
o como Pedro por el ángel sea!
Habito
un orco infecto; y en el manto
resulto cebo a chinche y pulga y piojo;
y afuera el odio calumnia en tanto!
¿Qué mal obré para tamaño enojo?
El honor del poeta es nimbo santo
y la sangre de un vil es fango rojo!
Mi
pobre padre cultivó el desierto.
Era un hombre de bien, un sabio artista,
y de vergüenza y de pesar ha muerto!
¡Oh mis querubes! – Con turbada vista
columbro ahora el celestial e incierto
grupo que aguarda, y a quien todo artista!
Y
oigo un sordo piar de nido en rama,
un bullir de polluelos ante azores;
y el soplado tizón encumbra llama!
Dios de Israel, acude a mis amores:
y rían a manera de la grama,
que hasta batida por los pies da flores!