LA
FATIGA
Pedro Prado
Más
silenciosa que la brisa llega para el contemplador su activa
pereza.
Más
suave que un sueño lo envuelve.
Más
espesa que un muro lo aísla.
Él
está absorto y todo lo ignora y
se ignora a sí mismo.
Sus
miradas, como vuelos de mariposas, caen livianas sobre un
objeto como sobre una flor.
En
sus miradas converge toda la vida dispersa.
Sus
miradas brillan sobre el objeto como los puntos luminosos
de lentes que concentran los rayos de sol.
Poco
a poco el objeto desaparece disuelto por el fuego y un pensamiento
brota como el humo
de una hoguera.
Entonces
el contemplador vuelve en sí, pasa su mano por la frente
y sonríe ante la deliciosa fatiga de un nuevo pensamiento.
[De
Los pájaros errantes]