LA
DESPEDIDA
Magnífico Morvén, se alza tu frente
de sempiterna nieve coronada;
al
hondo valle bramador torrente
de
tu cumbre enriscada
se
derrumba con ímpetu sonante,
y
zumba allá distante,
la
lira de Osián resonó un día
en
tu breñosa cumbre:
tierna
melancolía
vertió
en la soledad, y repetiste
su
acento dolor lánguido y dulce,
como
el recuerdo del amante triste
de
su amada en la tumba.
El
eco de su voz clamando guerra
al
rumor del torrente parecía,
que
en silencio retumba.
Aun
figuro tal vez que las montañas
de
nuevo esperan resonar su acento,
cual
muda la ribera
de
las olas que tornan,
el
ronco estruendo y el embate espera.
¿Dónde
estás, Osián? ¿En los palacios
de
las nubes agitas la tormenta,
o
en el collado gira allá en la noche
vagarosa
tu sombra macilenta?
Siento
tierno quejido,
y
oigo el nombre de Oscar y de Malvina
del
aura entre el rüido,
si
el alta copa del ciprés inclina;
y
al resonar el hijo de la roca,
cuando
su voz se pierde
cual
la luz de la luna entre la niebla,
mi
mente se figura
que
escucho tus acentos de dulzura.
Miro
el alcázar de Fingal cubierto
de
innoble musgo y hierba
y
en silencio profundo sepultado
como
la noche el mar, el viento en calma.
¿Dó
las armas están? ¿Dónde el sonido
del
escudo batido?
¿Dó
de Carril la lira delicada,
las
fiestas de las conchas y tu llanto,
Moina
desconsolada?
Blando
el eco repite
segunda
vez el nombre de Malvina
y
el de su dulce Oscar; tiernos se amaron,
gime
en su losa de la noche el viento,
y
repite sus nombres que pasaron.
Oscar
de negros ojos, en las paces
dulce
su corazón como los rayos
del
astro bello precursor del día,
y
fiero en la batalla de la lanza,
a
la suya seguía
la
muerte que vibraba su pujanza.
Llamó
al héroe la guerra
que
el tirano Cairvar fiero traía,
y
su Malvina hermosa
tierno
llanto vertiendo le decía:
«¿Dónde
marchas, Oscar? Sobre las rocas
donde
braman los vientos,
me
mirarán llorar mis compañeras ¡
no
más fatigaré vibrando el arco
por
el monte las fieras,
ni
a ti cansado de la ardiente caza
te
esperaré cuidosa,
ni
oiré ya más la voz de tus amores,
ni
mi alma estará nunca gozosa.
¿En
dónde está mi Oscar? a los guerreros
preguntaré
anhelante,
y
ellos pasando junto a mí ligeros
responderán:
«¡Murió!» Dice y expira
en
sollozos su acento más süave
que
del arpa el sonido,
al
vislumbrar la luna
en
solitario bosque y escondido.
«Destierra
ese temor, Malvina mía,
Oscar
responde con fingido aliento.
Muchos
los héroes son que Fingal manda;
caiga
el fiero Cairvar y yo perezca,
si
es forzoso también; mas tú, Malvina,
bella
como la edad de la inocencia,
vive
que ya destina
himnos
el bardo a eternizar mi gloria.
Mis
hazañas oirás y entre las nubes
yo
sonreiré feliz; y vagaroso
allá
en la noche fría
bajaré
a tu mansión, verás mi sombra
al
triste rayo de la luna umbría».
Y
dice y se desprende de los brazos
de
su infeliz Malvina;
a
pasos rapidísimos avanza,
y
a la llama oscilante
de
las hogueras del extenso campo
brillar
se ven sus armas cual radiante,
rápida
exhalación. Yace en silencio
el
campamento todo,
y
sólo al eco repetir se siente
el
crujir al andar de su armadura
y
el blando susurrar del manso ambiente.
Cual
por nubes la luna silenciosa
su
luz quebrada envía
trémula
sobre el mar que la retrata,
que
ora se ve brillar, ora perdida
pardo
vellón de nube la arrebata,
cielo
y tierra en tinieblas sepultando,
así
a veces Oscar brilla y se pierde,
la
selva atravesando.