HEREDEROS
DE LA MISMA TIERRA
«Ya
no hay judío ni gentil,
esclavo ni libre, hombre ni mujer,
pues todos somos uno en Cristo Jesús» (Gal, 3,28)
Somos hijos de la tierra,
y de la misma tierra herederos;
somos hijos de la vida,
y de la misma vida verso.
Herederos
de una misma luz,
aunque el hombre cierre puertas
y levante asombrosas tapias,
que nos impidan vernos y besarnos.
Descendientes
de un mismo cielo,
y ascendientes de un misma vía,
la de ser peregrinos hacia lo eterno,
la de ser marineros hacia el cosmos.
Hermanemos
esta tierra,
que es de todos y de nadie:
De todos porque es donación,
y de nadie porque es del Creador.
En
la morada hemos de acoger
y recoger a los últimos,
a los que nada tienen,
y lo tienen todo;
no importa el color y sí el calor,
porque tienen la energía de ser,
que es lo más níveo y noble.
Clamo
por una tierra
a golpe de latido y no de látigos.
Reclamo la sonrisa en el llanto,
la mano tendida en el pobre,
la aurora luminosa en la noche,
la fuerza del amor en el camino.
Y
todo ello por conciencia,
conciencia a una existencia,
a una existencia más humana,
más humana y hermana,
más hermana de darse la mano.
Porque
darse la mano entre personas,
es como entregar el corazón
a cambio de nada,
sin esperar otra respuesta,
que la respuesta de la tierra,
repuesta en poesía, puesta en amor.
Demando,
pues, mejor savia
para el inmigrante amigo,
que es amigo y no enemigo.
Pido
desterrar mazazos y amenazas,
no es un invasor que nos desplaza,
¡es una persona que nos crece!.
Hagámosle
entonces sitio,
que también ésta es su casa:
Y en la casa de Dios todos caben,
y en la casa de Dios todos entran,
porque en la casa de Dios nadie sobra.
Víctor
Corcoba Herrero