JUAN MELENDEZ VALDÉS
El sueño.
¿Por qué en tanta alegría
Se inunda mi semblante
Y enagenado el ánimo se goza?
Curiosa me demandas, Fili mía.
Hállote, y al instante
Mi corazón palpita y se alboroza,
Y río si te miro,
Y no de pena, de placer suspiro.
Un sueño, un sueño solo mi contento
Causa, Fili adorada;
Óyelo y goza el júbilo que siento.
En la fresca enramada,
Cual solemos triscando
Y riendo y burlando,
Soñé feliz que estábamos un día.
De liadas flores a tu sien texía
Y amaranto oloroso
Yo una guirnalda bella;
Mas tú, cuando oficioso
Ceñírtela intenté, me la robaste;
Y una cinta con ella
Flexible haciendo, blandamente ataste
Mis dos manos. Estrecha, Fili, estrecha,
Dixe, el nudo primero,
Y otro y otro me echa,
Que a gloria tengo el ser tu prisionero.
Luego viendo una rosa
En medio el valle descollar hermosa
Sobre todas las flores,
De los besos del céfiro halagada,
A cortarla corrí. ¡Flor venturosa,
Le dixe, el lácteo seno de mi amada
De tu frescura goze y tus olores!
Y en él la puse lleno de ternura.
Mi rosa pareció más encendida
Y su nieve más pura
Contrapuesta a la púrpura subida.
Tú al punto la tomaste,
Y no sin vanidad ¡ay! la llegaste
Al carmín vivo de tus labios bellos,
Y besándola de ellos
A los míos riyendo la pasaras.
El alma toda apenas los tocaras,
El alma toda a recoger tu beso
Sobre la rosa se lanzó anhelante,
Y por uno sin seso
Su tierno cáliz te torné abrasado
Con mil y mil en mi pasión amante.
En tales burlas por el fresco prado
Vagando alegres fuimos,
Cantando mil tonadas,
O remedando en voces acordadas
Ya el trino delicado a los xilgueros,
Ya el plácido balar de los corderos.
Cuando a Lícidas vimos
Que a nosotros venía,
Qual suele en torva faz. ose o y zeloso:
Nublóse tu alegría,
Bien como flor cortada
Cuya mustia beldad cae desmayada;
Y con labio medroso,
Huyamos, me dixiste:
¿Zagal tan necio y tan, odioso viste?
Yo te idolatro, y quiere
Que oyga su amor y alivie su cuidado;
Y así me sigue qual si sombra fuera.
¡Ay zagal! aquí estas; en vano espera:
Y fiel mi mano al corazón llevaste.
Sobre él la puse, y fino palpitaba,
Y el mío de placer mil vuelcos daba.
Así en trisca inocente
Sin sentirlo llegamos a la fuente,
Que en torno enrama el álamo pomposo,
Aquí evitemos la abrasada siesta,
Dixiste, pues a plácido reposo
Su sombra brinda y brinda la floresta;
Y te asentaste en la mullida grama.
Yo me senté a tu lado,
Y en torno se derrama
Con el tuyo paciendo mi ganado
Por la fresca pradera.
El albo vellocino a la cordera,
Que en grato don por el rabel me diste,
A rizar oficiosa te pusiste,
Y yo en tanto escribía
Tu nombre venturoso
En la lisa corteza,
Y así apenado al álamo decía:
Crece, tronco dichoso,
Crece, y el nombre de mi Fili amada
Crezca a la par contigo,
Y a par también su amor y su firmeza;
Y se a los cielos de mi testigo.
De hoy más por los pastores
Se escogerá tu sombra regalada,
Quando traten en pláticas de amores,
O al viento envíen sus dolientes quejas.
Sus inocentes danzas
Tendrán en ti las lindas zagalejas
Y anidarán los dulces ruiseñores.
Ni sufrirás del tiempo las mudanzas
De las sonantes hojas despojado,
Ya con su nombre a Fili consagrado,
Tú que fina escuchaste
Mi apasionado ruego,
Cariñosa tomaste
La aguda punta, y escribiste luego
Tras FILI. DE. DAMON., y por adorno
De mirto una lazada
Que los dos nombres estrechaba en torno;
Y tierna me miraste: ¡o que mirada!
De ella alentado mis felices brazos
A tu cuello de nieve
Lanzándose amorosos… Un ruido
Suena a la espalda y la enramada mueve.
Tú esquiva evitas los ardientes lazos;
Yo miro ayrado, y Lícida escondido
Torvo acechaba nuestra dulce llama.
Su odiosa vista en cólera me inflama,
Detiéneme tu brazo cariñoso;
Lícidas huye con fugaz carrera,
Despierto, y en mi sueño venturoso
Fue FILI DE DAMON tu voz postrera.