EL
RETORNO MALEFICO
Mejor será no regresar al pueblo,
al edén subvertido que se calla
en la mutilación de la metralla.
Hasta
los fresnos mancos,
los dignatarios de cúpula oronda,
han de rodar las quejas de la torre
acribillada en los vientos de fronda.
Y
la fusilería grabó en la cal
de todas las paredes
de la aldea espectral,
negros y aciagos mapas,
porque en ellos leyese el hijo pródigo
al volver a su umbral
en un anochecer de maleficio,
ala luz de petróleo de una mecha
su esperanza deshecha.
Cuando
la tosca llave enmohecida
tuerza la chirriante cerradura
en la añeja clausura
del zaguán, los dos púdicos
medallones de yeso,
entonando los párpados narcóticos,
se mirarán y se dirán: «¿Qué
es eso?»
Y
yo entraré con los pies advenedizos
hasta el patio agorero
en que hay un brocal ensimismado,
con un cubo de cuero
goteando su gota categórica
como un estribo plañidero.
Si el sol inexorable, alegre y tónico,
hace hervir a las fuentes catecúmenas
en que bañabáse mi sueño crónico;
si se afana la hormiga;
si en los techos resuena y se fatiga
de los buches de tórtola el reclamo
que entre las telarañas zumba y zumba;
mi sed de amar será como una argolla;
empotrada en la losa de una tumba.
Las
golondrinas nuevas, renovando
con sus noveles picos alfareros
los nidos tempraneros;
bajo el ópalo insigne
de los atardeceres monacales,
el lloro de recientes recentales
por la ubérrima urbe prohibida
de la vaca, rumiante y faraónica,
que el párvulo intimida;
campanario de timbre novedoso;
remozados altares;
el amor amoroso
de las parejas pares;
noviazgos de muchachas
frescas y humildes, como humildes coles,
y que la mano dan por el postigo
a la luz de dramáticos faroles;
alguna señorita
que canta en algún piano
alguna vieja aria;
el gendarme que pita…
…Y una íntima tristeza reaccionaria.
RAMON LOPEZ VELARDE