El Pan Nuestro
Se bebe el desayuno…
Húmeda tierra de cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno…
La mordaz cruzada de una carreta
que arrastrar parece una emoción de ayuno encadenada.
Si quisiera tocar todas las puertas
y preguntar por no sé quien;
y luego ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.
Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz volaron desclavadas de la Cruz.
Pestaña matinal, ¡no os levantéis!
!El pan nuestro de cada día dánoslo, Señor…!
Todos mis huesos son ajenos;
yo tal vez los robé.
Yo vine a darme lo que acaso
estuvo asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
¡otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón… ¡A dónde iré!
Y en esta hora fría,
en que la tierra trasciende a polvo humano
y es tan triste, quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco aquí,
¡en el horno de mi corazón…!
Cesar Vallejo