EDEN
Su mente lógica
era la inconsistencia,
imposible discernir tanta belleza.
Un rayo de sol caía vertical sobre la tierra
perforando el macizo celeste cielo,
gotas hacían destello salpicando el suelo
que verde enmohecido lo reflejaban entero.
Fuera de toda regla de probabilidad,
el iris mostró un arco de colores primarios
atravesado por ángeles desataviados de pecados.
Siete unicornios guiaban la carroza de florecidos contornos
transportando recién llegados de blanco inmaculado.
Violines, arpas, y cítaras poblaban la sonoridad ambiente
en batalla con el tenue susurrar de alas batientes.
Desfilaban al edén en absoluto consuelo
almas nuevas -las más antiguas también-
remozando el gris roce lunar de su derrotero
por los espaciosos confines del cielo.
Marcelo D. Ferrer