DEL
DOGMA AL PSICÓPATA
Marcelo D. Ferrer
Me ataba el pudor…
crujiente cáscara bajo la cual padecía:
pasión y cobardía, devoción e hipocresía.
La contemplé desnuda… prohibida,
en pecado concebida, endemoniada …
excitadamente maldecida.
–Profana tú mi temblorosa carne
pero evita el alma condenarme…
-Instintos repugnantes
que harán luego lacerarme.
Seguía fresca, blasfema…
tentando mi carne que quema.
Luego de tocarle… -apenas-
junté valor para evitar condena…
y empuñando apocalíptica daga de santo jinete,
le abrí el pecho y el vientre hasta verle inerte.
He dejado otro demonio tieso
que en su pecaminoso lecho
turbó mi alma por pocos pesos.
Salvé mi cuerpo y el espíritu de incautos
muertos,
para que vague en el infierno
hasta la redención de los cuerpos.
La tentación no lacera
mi legado de inquisición suprema
disponiendo de mi daga contra toda blasfema.
Largas cabelleras y delicados pliegues…
cuidadas manos y aromas que queman
urden engaños bajo sedosos paños…
donde habita el diablo en peregrinación terrena.