Günter
Grass
Cucharas y cocineros
Dirán algunos que un chef es un chef.
Nuevos, relavados y almidonados,
bajo la nieve y contra la pared,
los cocineros son siempre olvidados
y sólo la cuchara en su mano
nos revuelve y fuerza a reconocer:
los cocineros nos dan de comer.
Y no debiéramos hablar de sopas
—la culpa no es de la sopa de berza—;
el hambre es pretexto para cerveza,
el hastío lame cuchara y copas
y cuenta pasos hasta la puerta.
Las muñecas se sobreviven,
el gallo muere antes que el cocinero
y canta en otro lado, pero en la ciudad
tiritan a veces los cristales.
Las muñecas se sobreviven,
el gallo muere antes que el cocinero.
La culpa es de la carne, un chef sólo es alma.
El tiempo pasa y la carne no se ablanda,
hasta muy tarde, hasta el sueño durará
y metida entre tus dientes acechará;
la culpa es de la carne, un chef sólo es alma.
Los dos se echaron, cada uno,
se echaron juntos en la cuchara,
que sólo por ser hueca simulaba el sueño
—también lo hueco era pretexto y contradicción
tan solo—,
el sueño fue breve y, antes de que rebosara,
a los dos—cada uno ya solo—
los espumó la misma cuchara.
No hay muerte que no lleve a la cuchara,
ni amor que, vaciado,
no sufra por cucharas o tiemble en la cuchara,
y gire, en torno a qué, porque todo
lo de cucharas gira siempre en torno a cucharas.
Quédate cuchara, vete.
A quien, cuchara, adónde la cuchara lleva.
Quién me revuelve, me revuelve adónde.
Una y otra vez a quién rasura.
Quédate cuchara, vete… y no me digas adónde.
Aprendes cucharas a separar,
no puedes evitar ya los cajones,
usas la cuchara y te haces ilusiones,
finges ser metal, pones buena cara
y oyes al vecino sin escuchar,
pero cuchara yace contra cuchara.
(De «Gleisdreieck. Triángulo de
vías», 1960. Traducción © 1994 Miguel
Sáenz en «Günter Grass: Poemas» Colección
Visor de Poesía. ©Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara
S.A. © Visor Libros, Madrid 1994.)