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Cosas de la edad
Campoamor, Ramon de

COSAS
DE LA EDAD

I


Sé que corriendo, Lucía,
tras criminales antojos,
has escrito el otro día
una carta que decía:
«Al espejo de mis ojos.»

Y aunque mis gustos añejos
marchiten tus ilusiones,
te han de hacer ver mis consejos
que contra tales espejos
se rompen los corazones.

¡Ay! ¡No rindiera, en verdad,
el corazón lastimado
a dura cautividad,
si yo volviera a tu edad,
y lo pasado, pasado!
Por tus locas vanidades,
que son, ¡oh niña!, no miras
más amargas las verdades
cuanto allá en las mocedades
son más dulces las mentiras,
y que es la tez seductora
con que el semblante se aliña
luz que la edad descolora…
Mas ¿no me escuchas, traidora?
(¡Pero, señor, si es tan niña!…)

II


Conozco, abuela, en lo helado
de vuestra estéril razón,
que en el tiempo que ha pasado,
o habéis perdido o gastado
las llaves del corazón.

Si amor con fuerzas extrañas
a un tiempo mata y consuela,
justo es detestar sus sañas;
mas no amar, teniendo entrañas,
eso es imposible, abuela.

¿Nunca soléis maldecir
con desesperado empeño
al sol que empieza a lucir,
cuando os viene a interrumpir
la felicidad de un sueño?
¿Jamás en vuestros desvelos
cerráis los ojos con calma
para ver olas, sin celos,
imágenes de los cielos
allá en el fondo del alma?
Y ¿nunca veis, en mal hora,
miradas que la pasión
lance tan desgarradora,
que os hagan llevar, señora,
las manos al corazón?
Y ¿no adoráis las ficciones
que, pasando, al alma dejan
cierta ilusión de ilusiones?
Mas ¿no escucháis mis razones?
(¡Pero, señor, si es tan vieja! …)

III


No entiendo tu amor, Lucía.
– Ni yo vuestros desengaños.
– Y es porque la suerte impía
puso entre tu alma y la mía
el yerto mar de los años.
Mas la vejez destructora
pronto templará tu afán.
– Mas siempre entonces, señora,
buenos recuerdos serán
las buenas dichas de ahora,
– ¡Triste es el placer gozado!
– Más triste es el no sentido;
pues yo decir he escuchado
que siempre el gusto pasado
suele deleitar perdido.
– Oye a quien bien te aconseja.
– Inútil es vuestra riña.
– Siento tu mal. – No me aqueja.
– (¡Pero, señor, si es tan niña! …)

– (¡Pero, señor, si es tan vieja! …)

RAMÓN
DE CAMPOAMOR