COSAS
DE LA EDAD
I
–
Sé que corriendo, Lucía,
tras criminales antojos,
has escrito el otro día
una carta que decía:
«Al espejo de mis ojos.»
Y aunque mis gustos añejos
marchiten tus ilusiones,
te han de hacer ver mis consejos
que contra tales espejos
se rompen los corazones.
¡Ay! ¡No rindiera, en verdad,
el corazón lastimado
a dura cautividad,
si yo volviera a tu edad,
y lo pasado, pasado!
Por tus locas vanidades,
que son, ¡oh niña!, no miras
más amargas las verdades
cuanto allá en las mocedades
son más dulces las mentiras,
y que es la tez seductora
con que el semblante se aliña
luz que la edad descolora…
Mas ¿no me escuchas, traidora?
(¡Pero, señor, si es tan niña!…)
II
–
Conozco, abuela, en lo helado
de vuestra estéril razón,
que en el tiempo que ha pasado,
o habéis perdido o gastado
las llaves del corazón.
Si amor con fuerzas extrañas
a un tiempo mata y consuela,
justo es detestar sus sañas;
mas no amar, teniendo entrañas,
eso es imposible, abuela.
¿Nunca soléis maldecir
con desesperado empeño
al sol que empieza a lucir,
cuando os viene a interrumpir
la felicidad de un sueño?
¿Jamás en vuestros desvelos
cerráis los ojos con calma
para ver olas, sin celos,
imágenes de los cielos
allá en el fondo del alma?
Y ¿nunca veis, en mal hora,
miradas que la pasión
lance tan desgarradora,
que os hagan llevar, señora,
las manos al corazón?
Y ¿no adoráis las ficciones
que, pasando, al alma dejan
cierta ilusión de ilusiones?
Mas ¿no escucháis mis razones?
(¡Pero, señor, si es tan vieja! …)
III
–
No entiendo tu amor, Lucía.
– Ni yo vuestros desengaños.
– Y es porque la suerte impía
puso entre tu alma y la mía
el yerto mar de los años.
Mas la vejez destructora
pronto templará tu afán.
– Mas siempre entonces, señora,
buenos recuerdos serán
las buenas dichas de ahora,
– ¡Triste es el placer gozado!
– Más triste es el no sentido;
pues yo decir he escuchado
que siempre el gusto pasado
suele deleitar perdido.
– Oye a quien bien te aconseja.
– Inútil es vuestra riña.
– Siento tu mal. – No me aqueja.
– (¡Pero, señor, si es tan niña! …)
– (¡Pero, señor, si es tan vieja! …)
RAMÓN
DE CAMPOAMOR