Castillo
en la arena
Llegaron a mi alma
inundada de penas,
como un ramo de nubes,
tus palabras de enero.
Silenciosamente,
como un cocuyo,
la luz azulada
de mi alma gemela.
¡Oh! Sueño de enero…
Cómo imaginarte
a través del aire,
lejano, distante.
Frágil porcelana;
castillo de arena;
fuego en la nieve
efímero y tenue.
Me acerqué a la orilla
de ese mar vibrante,
amante de olas,
lunas y mareas.
Enredé en mis pies
madréporas fucsias,
con verdes algas
adorné mi cuello.
Vestí mi cuerpo
con agua salada.
Peces de plata
para mi cabello,
en mis orejas,
dos perlas blancas.
Observé la orilla…
Bailó la espuma
sobre la arena,
desierta, clara.
Desde el mar,
la luna inquieta
fulguró en la playa…
Y surgió un castillo
con tus palabras,
que me llamaban.
Entre burbujas,
que a coro cantaban,
me extasió la anémona,
las medusas lánguidas;
dos bellos delfines
que amándose estaban;
nardos, hipocampos,
corales dorados
que me hipnotizaban.
…Volví a la arena
desierta de luna,
vacíos mis ojos,
temblaba mi alma.
Busqué el castillo
con tus palabras.
No había nada.
Sólo la espuma,
sólo la bruma,
sólo un rumor en la madrugada.
Matilde Maisonnave