BALADA
DEL TULIPÁN NEGRO.
JOSÉ ÁNGEL BUESA
Karl
Gustav Van der Meyer
era un gran jardinero.
Allá en su alegre Holanda,
de cofias y de molinos,
donde canales y suecos,
Karl Gustav Van der Meyer,
soñaba con la gloria
de un tulipán fastuosamente negro,
íntegramente negro, como las noches árticas,
como un luto total de terciopelo…
Y
era así, día a día y año a año,
y sueño era un sueño, pero el, imperturbable,
regaba sus macetas, meditando en abonos
y en injertos… y a veces, distraído,
se guardaba los bulbos en los bolsillos
del chaleco.
Karl
Gustav Van der Meyer, indiferentemente,
vio blanquear sus cabellos…
pasó el amor un día y el se encogió
de hombros,
para seguir soñando con tulipanes negros.
Pero
una noche, alguien saltó la tapia,
alguien con un puñal, y el jardinero
cayo de bruces sobre sus macetas, muerto.
Y alguien cavo en la tierra, echó el cadáver
y tapó aquel hueco.
Karl
Gustav Van der Meyer se quedó
para siempre
en la penumbra de su invernadero.
Ah! pero un día, un día se vio brotar del osuelo
un tulipán de luto, fastuosamente negro,
íntegramente negro…
Karl
Gustav Van der Meyer no pudo
ver su gloria,
pues la abonó su propio cuerpo.
Karl Gustav Van der Meyer no supo que su muerte
le dio vida a su sueño.
Karl Gustav Van der Meyer siempre
llevaba bulbos
en los bolsillos de su chaleco.
Por los viejos canales siguen pasando barcas
y aun giran como entonces
los molinos de viento,
las muchachas sin novio regresan el domingo
entre un blancor de cofias y un trepidar
de zuecos…
Ah! y sin embargo, Karl Gustav Van der Meyer
era un gran jardinero.