Amada mía
Miltón Álvarez
La distancia dejó hace mucho
de ser un obstáculo para amarnos,
aprendimos a compensar con calidad
los días que no podremos recuperar,
a desnudar y explosionar en una noche
todas las fases de la luna,
a recuperar con cada amanecer
la tentación de alcanzar los nuevos retos,
a saciar sin compasión
nuestra sed de besos y deseos.
Hemos buscado encontrar en la voz,
un poco en las palabras y siempre
en un mismo cielo que nos cobija,
la fuerza de los detalles, del ensueño,
el encanto de los sonidos y susurros
provocados en los momentos únicos,
la magia de las sensaciones y
el vendaval de la inspiración
que llega y se desborda contigo
en cada instante compartido.
Ambientar por ejemplo un abrazo cálido
y un beso que acaricie tus pestañas en fuga,
tiene el compromiso de hacerte volar,
como cuando juntos reinventamos el tiempo,
delirando con la caricia que llega nueva,
a descubrir paisajes de ensoñación
y manjares exquisitos,
tiene la urgencia de sentir aquellos
te quiero . sin sonido y con tanta fuerza
que soñar pareciera innecesario.
Hablarte, escribir o soñarte siempre,
son las armas para enfrentar el tiempo:
impasible y definitivo,
espacio irreducible que angustia,
que pretende corroer la memoria,
más inútil sus esfuerzos,
porque nuestro amor crece incesante, vive
y se nutre aún más con las expectativas
de los días y de cualquier espacio
para agigantarse, porque es eterno.