ALBANIO
Égloga
II
En
medio del invierno está templada
el agua dulce desta clara fuente,
y en el verano más que nieve helada.
¡Oh claras ondas, cómo veo presente,
en viéndoos, la memoria daquel día
de que el alma temblar y arder se siente!
En vuestra claridad vi mi alegría
escurecerse toda y enturbiarse;
cuando os cobré, perdí mi compañía.
¿A quién pudiera igual tormento darse,
que con lo que descansa otro afligido
venga mi corazón a atormentarse?
El dulce murmurar deste rüido,
el mover de los árboles al viento,
el suave olor del prado florecido
podrian tornar denfermo y descontento
cualquier pastor del mundo alegre y sano;
yo solo en tanto bien morir me siento.
¡Oh hermosura sobrel ser humano,
oh claros ojos, oh cabellos doro,
oh cuello de marfil, oh blanca mano!,
¿cómo puede ora ser quen triste lloro
se convertiese tan alegre vida
y en tal pobreza todo mi tesoro?
Quiero mudar lugar y a la partida
quizá me dejará parte del daño
que tiene el alma casi consumida.
¡Cuán vano imaginar, cuán claro engaño
es darme yo a entender que con partirme,
de mí sha de partir un mal tamaño!
¡Ay miembros fatigados, y cuán firme
es el dolor que os cansa y enflaquece!
¡Oh, si pudiese un rato aquí adormirme!
Al que, velando, el bien nunca sofrece,
quizá quel sueño le dará, dormiendo,
algún placer que presto desparece;
en tus manos ¡oh sueño! mencomiendo.
GARCILASO
DE LA VEGA