AL HOMBRE
SIN NOMBRE
LA MUJER ETERNA
YOLANDA BEDREGAL
(Bolivia, 1916 – 1999)
Me
llegaré al altar del hombre
en ofrenda de huída y rebeldía.
Hombre
de ahora y de siempre,
abre tu mano a recibirme
y levántame al cielo como una hostia.
aunque soy sólo pétalo de lágrima.
Hombre
nuevo y eterno,
escúchame.
sobre tu pecho roto
llamo y clamo.
Mi
palabra golpea
-obsesionante ala obsesionada-
contra las sienes.
Mi
palabra del grito
te taladra la frente,
sangre de luz de la herida
bautizará por un instante,
hombre frágil,
a la mujer eterna.
eterna
como el sueño fugaz.
Yo
te miro sin ojos desde siempre.
tú me llevas en ti desde que existes.
Si antes no lo sabías,
ahora
ya no lo puedes olvidar.
Yo
he crecido en el mar
sobre una ola que se alargó
para volverse tallo.
En ese tallo de agua limpia
he subido a mirar a los ojos de Dios.
Ahora
me inclina un hálito a tu mano,
y estoy en ti como la mujer muerta
por la que todos los hombres han llorado.
Tú
también has llorado
por tu hija, por tu madre,
por la mujer eterna de cuya muerte vives.
Ya
no lo puedes olvidar.
Cuando
tus ojos caminen en la sombra,
sentirás todavía por el cuerpo
una dulzura amarga y tibia:
beso en las palmas juntas
y una paloma que huye de tus dedos.
Con
mi cara de piedra
yo estoy en la otra orilla.
Existo
para ti en este momento;
y para mí no existo
porque soy más que eterna en cinco letras.
En
el altar de Hombre fuerte como la vida,
hombre de hierro y hielo,
metal, sangre y espíritu,
cae la ofrenda íntegra
de la mujer lejana.
Mujer
de canto y llanto
eterna como el sueño.