A
UN TRISTE
Manuel Gutiérrez Najera
¿Por
qué de amor la barca voladora
con
ágil mano detener no quieres
y
esquivo menosprecias los placeres
de
Venus, la impasible vencedora?
A
no volver los años juveniles
huyen
como saetas disparadas
por
mano de invisible Sagitario;
triste
vejez, como ladrón nocturno,
sorpréndenos
sin guarda ni defensa,
y
con la extremidad de su arma inmensa,
la
copa del placer vuelca Saturno.
¡Aprovecha
el minuto y el instante!
Hoy
te ofrece rendida la hermosura
de
sus hechizos el gentil tesoro,
y
llamándote ufana en la espesura,
suelta
Pomona sus cabellos de oro.
En
la popa del barco empavesado
que
navega veloz rumbo a Citeres,
de
los amigos el clamor te nombra,
mientras,
tendidas en la egipcia alfombra,
sus
crótalos agitan las mujeres.
¡Deja,
por fin, la solitaria playa,
y
coronado de fragantes flores,
descansa
en la barquilla de las diosas!
¿Qué
importa lo fugaz de los amores?
¡También
expiran jóvenes las rosas!
Non
omnis moriar
¡No
moriré del todo, amiga mía!
De
mi ondulante espíritu disperso,
algo
en la urna diáfana del verso,
piadosa
guardará la poesía.
¡No
moriré del todo! Cuando herido
caiga
a los golpes del dolor humano,
ligera
tú, del campo entenebrido
levantarás
al moribundo hermano.
Tal
vez entonces por la boca inerme
que
muda aspira la infinita calma,
oigas
la voz de todo lo que duerme
¡con
los ojos abiertos en mi alma!
Hondos
recuerdos de fugaces días,
ternezas
tristes que suspiran solas;
pálidas,
enfermizas alegrías
sollozando
al compás de las violas…
Todo
lo que medroso oculta el hombre
se
escapará, vibrante del poeta,
en
áureo ritmo de oración secreta
que
invoque en cada cláusula tu nombre.
Y
acaso adviertas que de modo extraño
suenan
mis versos en tu oído atento,
y
en el cristal, que con mi soplo empaño,
mires
aparecer mi pensamiento.
Al
ver entonces lo que yo soñaba,
dirás
de mi errabunda poesía:
era
triste, vulgar lo que cantaba…
¡mas
qué canción tan bella la que oía!
Y
porque alzo en tu recuerdo notas
del
coro universal, vívido y almo;
y
porque brillan lágrimas ignotas
en
el amargo cáliz de mi salmo;
porque
existe la Santa Poesía
y
en ella irradias tú, mientras disperso
átomo
de mi ser esconda el verso,
¡no
moriré del todo, amiga mía!