JUAN
DE ARQUIJO
A
Lucrecia
Baña llorando el ofendido lecho
de Colatino la consorte amada;
y, en la tirana fuerza disculpada,
si no la voluntad castiga el hecho.
Rompe con hierro agudo el casto pecho
y abre camino al alma que, indignada,
baja a la oscura sombra do, vengada,
aún duda si su agravio ha satisfecho.
Venció al paterno llanto endurecida
y de su esposo el ruego que no basta
menospreció con un fatal desvío.
«Ceda
al debido honor la dulce vida,
que no es bien», dijo, «que otra menos casta
ose vivir con el ejemplo mío».