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A Granada – en la ceremonia de la coronaci?n
Zorrilla, Jose

A
GRANADA

EN
LA CEREMONIA DE LA CORONACIÓN-

Ille
ego qui quondam…

Yo
soy aquel de entonces,
el trovador de romántico,
el que en tu prez a miles sus versos prodigó:
y acorde con aquellos va a ser mi último cántico.

¿Por qué de lo que he sido renegaría
yo?
Más quién soy yo?-¡ Un poeta!-Pero eso,

[ ¿qué es?-Pues…nada.
No está clasificado su indefinible sér :
yo soy el vuestro, el viejo poeta de Granada;
y pues me honráis…, vosotros quién soy debéis

[ saber.
Yo sé de milo incierto, lo vago, lo inseguro,
lo imaginario y fútil, lo sin razón ni pie:

todo eso en que se amasa la fama; un pozo oscuro
do en ver se empeñan todos lo que ninguno ve.
Para unos, el poeta del pueblo es maravilla;
para otros, un inútil parásito holgazán;

y nimbo aquí la gloria, y allá tal vez mancilla,

por todos anda puesto el precipicio a orilla,
y de algo inverosímil reputación le dan.
La mía es un conjunto de absurdos y de antojos
creados y creídos por el favor vulgar:
un aluvión de versos que dan placer y enojos,
un haz de pocas flores entre un millar de abrojos,
que echadas entre el pueblo me han hecho popular
Más ¿ quién soy yo en mi patria? ¡En
dónde
[ tengo arraigo?
¿ En dónde me encasilla su escalafón
social?
A su social progreso, ¿ que bien, qué misión
traigo?
No sé… tan alto subo como afondado caigo.
¿ Quién sabe ya qué puesto me asigna
cada cual?
Broté en un cementerio, cual flor de jaramago
parásita en sus tapias y de sus tumbas flor :
cogióme un torbellino, me echó en el viento
vago,
me transformó en alondra… y yo aspiré a condor.

¿ Fué aspiración legítima y anhelos
justos fueron?
No sé; mas como el pájaro, con alas me sentí:

volé… y volé…, y volando las alasme crecieron,

y dí la vuelta al mundo…, y he vuelto… y héme

[aquí.
Cantando de Granada las glorias he vivido;
glorifiqué su nombre por dondequier que fuí;

y hoy, cual la golondrina leal que vuelve al nido,
como me fuí cantándola, cantándola volví.

¡Señor, sostén el mundo: Dios bueno y
compasivo
que incólume me guardas de ruin decrepitud
sosténme hoy, a Granada pues que me vuelves
[vivo,
para elevarla un himno de inmensa gratitud!
Sus hijos, de mis versos y amor en recompensa,
me dan tan excesivo y excelso galardón,
que tal honor me espanta y el corazón me prensa:
los viejos le tenemos sujeto a la razón
Y está la fe ante todo de mi conciencia hon-
[ rada:
y lo que en ella guardo me importa haceros ver.
Oid: cuando cantaba las glorias de Granada,
enamorado de ella, ¿ qué menos pude hacer?
Mas ni pedíla nunca, ni a mi me debe nada,
ni por mi vuelta ahora, ni por mi amor ayer.
Hoy vuelvo… pero vuelvo llamado y sometido
a tan difícil, arduo, y excepcional papel,
que ante él debo decirles a los que me han traido:

«Me habéis este escenario vosotros prevenido:

«sois, pues, los responsables de lo que yo haga en él.

«Tan grande apoteosis no se hace ningún vivo:

» soberbio quien la acepte, par es de Satanás,

» y el pueblo que le ensalce le humillará agresivo:

» no a mí, que ni la ansiaba ni la acepté
jamás.
«Absorto aquí conmigo de lo que hacéis
me es-
[panto;
» yo vengo agradecido y a vuestro antojo aquí.

«¿ Me coronais? La excelsa coronación aguanto;

pero tened presente que no aspiré yo a tanto,
«vosotros daréis cuenta de lo que hacéis
de mí.»

II

Poetas
que a Granada venís en honor mio,
amigos exaltados del viejo trovador,
ociosos, destemplados con el calor y el frío
y hostiles a quien se honra por algo superior,
curiosos de alma cándida o espíritu bravío…

no me tengáis envidia ni me guardéis rencor;

porque ni pujos tuve jamás de señorío,

ni ya me queda tiempo de hacer el gran señor.
No aspiro yo a erigirme la Alhambra en Capi-
[tolio,
ni cobro de rey humos por tal coronación,
ni mi dosel de flores cambiar pretendo en solio,
ni que por rey me tome del vulgo el gran montón.
El humo de la gloria no aturde mi cabeza:
si en mí hay virtud alguna, si hay algo grande en
[mí,
es que mi vida pude crëer en mi grandeza
y que la grande sombra que proyecté no vi.
¡No a fe! Porque yo mismo mi sombra ver no
[pude,
de cara al sol marchandoconstante hacia la luz;
y si hoy a esta asamblea mi gratitud acude,
es, Capitolio o Gólgotha, para que aquí me escude

bajo el pendón de España la sombra de la Cruz.

Cristiano caballero, como español sin tacha,
canté la fe y las glorias que en mi nación hallé;

pasé del torbellino del siglo en una racha;
de mucho que di a muchos no guardo ni una hi-
[lacha;
yo no he vendido nunca mi pluma ni mi fé.
Sé poco, mas vi mucho; y en mis tan largos días

he visto mil infamias, mil viles felonías
a muchas glorias falsas sirviendo de blasón:
del viejo la experiencia no cree ya en teorías;
hoy mis creencias viejas son viejas niñerías;

hoy veo tierra, gentes y cosas como son.
A errar predestinado nací sin duda alguna;
tal vez no tuve nunca ni medios para el bien,
ni para el mal alientos: la gloria, la fortuna
miré y cuanto produje con sin igual desdén.

De gloria, placer y oro corrió a mis pies un rio;
de España he sido asombro, su pueblo me adoró;

el mundo pudo un día, y aun hoy tal vez, ser mío,

y osar pudiendo a todo, a todo he dicho «No».
No sé, ni saber quiero, si la ovación merezco;

la sufro agradecido con mucha sumisión;
y aunque me halaga el triunfo, ni de él me enso-
[berbezco,
ni gratitud en frases estériles ofrezco:
mi fe no está en mi lengua, está en mi corazón.

A mí no me alucina tal ovación: me asombra:

si hoy llevo esta corona con la que andar no sé,
mañana ya sin ella me volveré a la sombra
de mi rincón, ya solo, sin vanidad y a pie.

Ill

Mas
Dios marcó mis horas: ya mi alma, que está
[alerta,
tras mí la muerte siente: mi tumba está ya abierta:

mis fuerzas aniquila la trémula vejez:
mi inteligencia ofusca su cerrazón incierta:
franqueada ya me tiene la eternidad su puerta,
y estáis mi voz oyendo por la postrera vez.
¡Adios ciudad bendita, por mi laúd cantada;
adios, pueblos que a oírme, de mí venís
en pos;
adios, hijos bizarros de la ciudad sagrada;
adiós, hijas alegres de la gentil Granada!…
quien de la nada vino se vuelve ya a la nada;
voy por mis viejos versos a que me juzgue Dios.

JOSÉ
ZORRILLA