Y usted qué instrumento toca
Domingo, 20 de julio de 2008
Escrito por L.G. Alvarez
Como sucedió en el Titanic, mientras se iba a pique, en este país la orquesta sigue tocando mientras nos vamos directos al despeñadero. Y parece que a nadie pueda importarle a tenor del comportamiento de la sociedad civil. ¿Qué hace falta para que esta adormecida, aletargada y anestesiada sociedad civil reaccione y se ponga en marcha? La sociedad española ha mirado para otro lado cuando la prostitución, los proxenetas, las bandas, la criminalidad, el pillaje, de inmigrantes legales o ilegales, han hecho acto de presencia.
Pues bien, parece que todo ello no ha sido suficiente. Tampoco lo ha sido que determinados servicios de la Seguridad Social de ciertas provincias hayan sido colapsados por los inmigrantes y diez millones de usuarios hayan tenido que rascarse el bolsillo y suscribir pólizas con entidades sanitarias privadas. Pues ahora, setenta inmigrantes ilegales les han pegado una patada a la jodida puerta y agrediendo con piedras y palos han entrado a la carrera por la frontera de Melilla con Marruecos. Esto es así porque los ilegales les han tomado la medida a España y saben fehacientemente que aquí el que entra no sale.
De ello se encargan, en primer lugar, las obsoletas leyes que nos hemos dado para luchar contra la inmigración ilegal, que más bien actúan en contra de nosotros que en contra de los ilegales. Y, por supuesto, las decisiones incomprensibles de ciertos jueces. Después, se encargan de que no sean expulsados las asociaciones de inmigrantes que les dan cobijo con nuestro dinero, las ONGs, ciertos prebostes de la iglesia católica, sindicalistas de medio pelo y muy bien concertados, eso sí, con el poder, que les concede ingentes cantidades de nuestro dinero para que no molesten al gobierno socialista, y demás almas caritativas y compañeros de viaje. Mientras tanto, el grueso de la sociedad civil se entretiene en mirar la televisión y en bucear en la mierda de las vidas de los que acuden a esos programas para exhibir sus miserias y las de los demás. Otros se conforman con su ración diaria de fútbol y de periódico deportivo para desenhebrarse aún más de lo que están.
Así las cosas, nos enteramos, casi sin sorprendernos, de que un juez de Málaga ha ordenado al gobierno que gestione las solicitudes de residencia temporal de 30 inmigrantes ilegales mientras tramita su expulsión de España. Todo ello ha sido gestionado -¡cómo no!- por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Lo dicho. Apuesto dos contra uno a que estos 30 ilegales no serán expulsados, y, aun más, si alguno de ellos lo fuera, ¿quién va a ir a buscarlo entre los millones de habitantes que hay en este jodido país? ¿El juez? ¿La policía? ¿La CEAR? ¡Vamos, hombre!, tengo la certeza de que estos individuos se quedarán en este desgraciado país como que el sol sale cada mañana por el oriente.
¿Se acuerda, amable lector, de aquellos 37 ilegales de Bangladesh que acogidos en el CETI lo abandonaron como acto de presión, yéndose al monte, para no ser expulsados, y que fueron acogidos y enviados a la Península? Sí, hombre, aquellos que por cojones se quedaron en nuestro país. Pues hemos tenido noticias de ellos. Sabemos que están viviendo en Madrid -no, hombre, en La Moraleja, no; en Puerta de Hierro, tampoco; ¡en el barrio de Lavapiés!, ¡bingo!-, y «están buscando algún modo de ganarse la vida», «pero encontrar empleo es difícil», nos indica un tal García, que es, al parecer, cineasta. Este tal García nos ha descubierto la pólvora diciéndonos que «encontrar empleo es difícil». Y, así, mientras nos hundimos, la orquesta sigue tocando. ¿Y usted, amable lector, qué instrumento toca al tiempo que se hunde?