ALGO
MÁS QUE PALABRAS
URGE EDUCAR PARA EL
AMOR
Reconozco
que los episodios de violencia criminal que sufre hoy el
mundo me producen viva amargura y me dejan sin aliento.
Si analizamos los polvorines de guerras entre familias,
los actos de terrorismo, las contiendas entre pueblos, no
podemos dejar de interrogarnos, sobre la manera de salir
de este absurdo calvario. Nadie puede permanecer pasivo,
cerrando los ojos, ante el diluvio de hechos sangrientos
que nos inundan. Degradan tanto el concepto mismo del ser
humano, que podemos desaparecer en un santiamén.
Por ello, todos unidos, debemos buscar los medios para que
escampe y podamos sentirnos seguros de nuestra propia existencia.
No se puede escatimar ningún esfuerzo, sobre todo
de diálogo, para alcanzar el sosiego que el mundo
hoy no tiene.
Hemos
perdido la conciencia en tantos valores que el rumbo lo
hemos perdido. Necesitamos poner un dique de contención
a tantos despropósitos, que, desde luego, no se enmiendan
con violencia, ni con guerras. Las brutalidades son un medio
de destrucción. Sólo el amor construye. Convendría,
pues, hacer examen interno. He aquí algunas preguntas
que me hago yo mismo a mí mismo: Las declaraciones
públicas y los comentarios emitidos por gentes que
nos gobiernan, ¿hablan de acuerdos y armonía?
La televisión que todos vemos, ¿es educativa?
Los libros de texto de nuestros niños, de todos los
niños del mundo, ¿enseñan los caminos
del amor? La conversación que los jóvenes
tienen con sus familias, ¿les preparan para el afecto
bajo el efecto ejemplarizante?. ¿La Universidad educa
para la vida? ¿Cómo se puede educar para la
paz, si en vez de cultivar amor producimos armas descontroladamente?
Son
muchas las preguntas y pocas las respuestas. Al enemigo
hay que buscarle la vacuna para que se torne amigo. Y nada
mejor que el amor, por encima de la legítima defensa.
La cultura del amor borra la cultura del odio que tantos
nos puede en el momento actual. Las guerras de los unos
contra los otros no es la solución a nada, puesto
que aviva la hecatombe. Necesitamos la adhesión para
la paz, pero cuando el amor pierde su valor en la sociedad
y su importancia en la vida pública, en las familias
y en todos los entornos, los derechos humanos y las obligaciones
de cada cual, quedan incumplidas. Sólo el amor calma
y colma de bondad. Por ejemplo, no habría injusticias,
discriminación e intolerancia, hacia esa multitud
de gente desesperada que no tiene esperanza real de mejorar
su vida y se la juega en una patera. Estos desajustes de
amor incitan a la violencia e instan a las guerras. El mundo
es de todos y para todos.
El
amor, que podría definirse como el sosiego de la
vida, es un deber fundamental de cada uno. Nadie está
libre para no amar. Precisamos beber del amor para vivir
en el orden; y así, poder contribuir cada uno en
su medida, a la paz que tanto anhelamos, enmendando violaciones
y abusos, rehabilitando víctimas y reconciliando
a las partes agraviadas. La estrategia de construcción
de una sociedad que crea en el amor hará florecer
la cultura de la paz. Un amor que no admite armarse hasta
los dientes. En esta contribución hacia el amor,
hemos de aplaudir la labor de Intermón Oxfam, Amnistía
Internacional y la Red Internacional de Acción contra
las Armas Ligeras, por trabajar conjuntamente en la campaña
“armas bajo control” para conseguir un Tratado
Internacional sobre Comercio de Armas que ponga fin a esta
situación. Este tratado crearía un acuerdo
de obligado cumplimiento para regular el comercio de armas
que permitiría prevenir los abusos y violaciones
de los derechos humanos y reducir la violencia armada. Cada
año, más de medio millón de personas
en todo el mundo muere víctima de la violencia armada:
una persona por minuto.
Por
desgracia el desamor es todo un negocio. Las familias se
disgregan, los abogados se forran. El mundo se arma, los
intermediarios se ponen las botas. Olvidamos que la esperanza
del futuro no vendrá de la disgregación, ni
tampoco de ser el más fuerte de la selva; sino de
la fraternidad humana. Nos falta el amor en tantas cosas,
cuando cedemos a la indiferencia, nos hacemos marionetas
de gobiernos corruptos, o seguimos el juego a modelos de
comportamientos escandalosos. El amor es otra cosa muy por
encima de las cosas que nos meten por los ojos, es comunión
y comunidad, control y autocontrol, realización y
acción; la esencia de la vida en definitiva. Sin
amor, la vida no tiene sentido, y el mundo es un barco a
la deriva.
Víctor
Corcoba Herrero