ALGO MÁS QUE PALABRAS
UN BUEN CAMINO EL DEL DIÁLOGO SOCIAL
Es un buen camino el del diálogo social, pero tomado con autenticidad, ingenio, escucha y propósito de enmienda. Aún así, fallando alguna premisa anterior, considero que intentar el diálogo social siempre es una acertada medida, sobre todo si esa plática se basa en sendas y en sólidas leyes éticas, ya que suele facilitar bastante la solución a los conflictos existentes y favorecer el respeto de los posibles contrincantes. Rodríguez Zapatero viene proclamando a los cuatro vientos la firme voluntad de su ejecutivo de dar vida en esta legislatura a un diálogo social reforzado. Desde luego, creo que es la mejor manera de abordar aspectos sociolaborales, puesto que las dificultades económicas actuales exigen, pienso que con urgencia, conjugar ideas y sumar esfuerzos. No se puede hacer oídos sordos al clamor de la calle, al de unos agricultores que piden un salario digno o al de unos obreros que piden un convenio que les permita llegar a fin de mes.
Un sólido desarrollo de la economía y de la Seguridad Social , agilizar y hacer más eficaces los servicios públicos, impulsar la formación profesional y ayudar a las empresas a competir en los diferentes mercados, son algunos de los objetivos que Rodríguez Zapatero dijo que habría que abordar entre todos. Quizás, pensando en ese diálogo social, habría que revalorizar a la empresa como agente fundamental para la consecución del bien común, y no poner sus galopantes beneficios como prioridad en su hoja de ruta, exhortándoles a que reconsideren a la persona como centro de su actividad, favoreciendo el respeto de su dignidad y la búsqueda de su desarrollo integral. Estado, comunidades autónomas y administraciones, empresarios y sindicatos, debieran colaborar de manera más decidida en la reducción de los índices de marginalidad que soporta nuestro país, acrecentados en los últimos tiempos por la subida del paro y la falta de empleo decente. Fomentar la mayor inserción posible de las personas en la sociedad del conocimiento y contribuir para una mejora sustancial de la calidad de la educación que llegue a todos los sectores sociales, aumentar la colaboración de iniciativas conjuntas entre todas las fuerzas sociales, es todavía una asignatura pendiente en nuestro mercado laboral.
Poner a pleno rendimiento la agenda del diálogo es siempre una buena consigna y, además, ante la situación de crisis que soportamos en este país, se convierte en una necesidad inevitable. Un gobierno, sin apenas oposición mayoritaria que le contradiga, puesto que hasta ahora anduvo distraída en sus propias contiendas, con unos agentes sociales muy debilitados, lo de tirar de dietario apenas cuesta nada. Otra cuestión muy distinta es encontrar soluciones a los problemas y resolverlos. La verdad que dudo mucho que una simple foto entre el ejecutivo, los sindicatos y empresarios, genere nada, y mucho menos confianza, sino se fundamenta el hecho con realidades y tomas de decisiones que contribuyan a superar las dificultades que la familia hoy tiene en nuestro país. No se puede retomar la senda del crecimiento y del bienestar sólo de boquilla, y mucho menos que para ello tengan que tomar la carrerilla del cinturón apretado, los de siempre, los de menor poder adquisitivo.
Frente a la falta de competitividad de la economía española, el elevado diferencial de precios o un déficit alarmante, hace falta una política de consensos y de acuerdos, que se active de manera contundente y eficaz. Asimismo, es preciso activar y favorecer el empleo de calidad. Si es necesario, hágase una nueva ley general para el empleo, pero que ningún colectivo quede desamparado. Foméntense planes integrales de atención a quienes se ven afectados por el desempleo o la regulación de empleo de su empresa. También debe coordinarse una mayor articulación entre los diversos sistemas de formación, actividad formativa dirigida tanto a los trabajadores desempleados como a los ocupados, con una inmigración que ha de vincularse totalmente al empleo. Todo esto, evidentemente, requiere diálogo social, voluntad de entendimiento y comprensión hacía los que menos tienen. Desde luego, la situación de crisis, no se va a resolver con la merma de derechos sociales a las familias, con el abaratamiento del despido, ni con las rebajas de prestaciones o con la moderación de los salarios, que, sobre todo para la clase obrera, ya suelen ser bastante comprimidos los emolumentos.
El tiempo apremia, y con la crisis que atraviesa el país, urge que se den las condiciones que permitan el diálogo social, donde ninguna organización de trabajadores y de empleadores sólidos e independientes, se quede fuera de juego. Igualmente, es preciso que la voluntad política y el compromiso de todas las partes interesadas, junto al respeto de la libertad sindical y la negociación colectiva, bajo un apoyo institucional adecuado, se desarrolle sin complejos. Todo el mundo, y máxime los representantes, tiene derecho a expresarse sin miedo a posibles represalias. Es vital que el trabajo sea también un camino de liberación. Hay que liberar el trabajo de todo aquello que impide el desarrollo del ser humano como tal. El trabajo debe siempre elevar a la persona en su dignidad y no degradarla jamás como, en demasiadas ocasiones, viene sucediendo. Tenemos el derecho y el deber de considerarnos no como algo útil o inútil para el trabajo, sino de mirar nuestra relación laboral en relación con lo que somos, personas. En ese diálogo social no estaría demás, preguntarse y preguntarnos todos, si tal progreso es suficientemente humano y al mismo tiempo suficientemente universal, y si, en realidad, sirve para nivelar las injustas desigualdades que soportamos.
Víctor Corcoba Herrero
Escrito el: 22 de junio de 2008