ALGO
MÁS QUE PALABRAS
IDENTIDADES CON ENTIDAD
Víctor
Corcoba Herrero
-Escritor-
De la manera en que se respeten las raíces y las
identidades propias de los pueblos, depositarios de una
manera de ser y de vivir, dependerá la convivencia
futura en el mundo. Jamás crecerá la armonía
en las tierras asaltadas, sorteadas, invadidas por los fuegos
del poder. Las ideas no se persiguen, tampoco se podan.
Hay que dejarlas correr como el aire y que sea la vida quién
las avive o las apague. Los trágicos momentos actuales
que vivimos en todo el planetario, unos desde la abundancia
y otros desde la escasez, deben hacernos recapacitar, y
en vez de citarnos con la fuerza del odio, convendría
desarrollar una cultura de diálogo entre las distintas
y dispares civilizaciones, compartiendo lo bueno de todas
ellas.
A veces, la falta de una verdadera voluntad política
de las grandes potencias mundiales por resolver los problemas
sociales, ocasiona rabias contenidas y dientes apretados.
Se necesita pensar globalmente, sobre todo a golpe de corazón.
Actuar con prudencia (la madre de toda ciencia viva) y escucha.
Que los pueblos se pueblen de libertad. La respuesta a tantos
desajustes está en el verso, en el del amor de amar
amor. Eso no cambia. Los labios incandescentes de la ternura
siempre fraternizan, son saludables y generan felicidad.
Ahora bien, en vista de lo visto, de las violentas atmósferas,
necesitamos educadores que nos instruyan en el afecto, para
encontrar las correspondencias entre todos los elementos
del universo, de modo que uno pueda modular la tonalidad
de su vida y estar en armonía absoluta con los demás
y con cuanto lo rodea. Hemos de poner en orden los diversos
tonos con los timbres de voz, y que la voz sea oída
sin hogueras. La cátedra de la historia es una acertada
brújula.
Sin embargo, olvidamos las raíces. Lo pasado es pesado.
Y eso no es bueno. Profundizar en nuestros progenitores,
siempre nos ayudará a reencontrarnos en nosotros
mismos. Una noticia reciente refrenda lo que digo. El Museo
Picasso de Málaga “es una historia de amor”,
afirman los herederos. Es cierto. Son testimonios del tiempo
y para el tiempo, que nos hacen pensar. A pesar de sus lecciones,
vivimos tiempos de ruptura. De pronto, la sabiduría
de las viejas glorias, nada nos dice. Lo antiguo no vale
la pena. Y así, con esta menestra de despropósitos,
no es posible universalizarse, sin distinción de
raza, credo o color; ni tampoco promover el estudio comparativo
de la religión, la filosofía y la ciencia;
y menos investigar las leyes desconocidas de la naturaleza
y los poderes latentes del ser humano de todos los mundos
y entornos. Bajo estos egoísmos se producen fanatismos
irracionales y salvajadas que nos torturan y atormentan.
Así no es viable, unirse en comunión, ni unificarse
en comunidad, ni sustanciar la convivencia de los unos con
(y no contra) los otros.
Habría
que fusionar humanidades y espacios, en plan sincero, sin
tantos planes individualistas y politicastros, que nos dividen,
para comprendernos mejor. Que nadie quede fuera de la vida.
La racionalidad tiene la ventaja de la generosa generalidad
universalista, del diálogo verdadero. Es sumamente
importante comprobar las credenciales de las personas, grupos
e instituciones que pretenden ofrecer orientación
e información sobre los nuevos tiempos venideros.
No nos den gato por liebre. Convendría activar campañas
de promoción del respeto a la diversidad y diferencia.
El cuidado ecológico del ser humano como del medio
ambiente, es una señal que nos dona sosiego. Tal
vez la medida más sencilla, la más obvia y
coherente que hemos de tomar, sea la de entusiasmarse con
los anales de nuestra genealogía. Las grandes historias
son depositarias de ricas tradiciones de meditación
y espiritualidad, que pueden ayudarnos a tomar la orientación
debida frente a un caos que nos enemista. La receta de Amado
Nervo, tomada en silencio y soledad, nos ayuda a habitar
más en el ser para los demás: “Si vivir
sólo es soñar/ hagamos el bien soñando./
Sueña que vives amando,/ que es tu solo fin amar/
y sueña que, sin cesar,/ vas los bienes derramando”.
Sin duda, del respeto a lo que fuimos y a lo que somos,
depende el maridaje. Toda vida, –toda existencia–
es la manifestación de un latido que hemos de atender
y entender. Desde luego, somos conjuntamente responsables
del estado de nuestro propio yo, de nuestro entorno y de
toda vida. Enraizados en nuestra propia cultura, pero siempre
abiertos a otros cultivos, como buscadores de nuevos horizontes
pacificadores, hemos de caminar bajo las señales
del fervor a los Derechos Humanos. Nos conviene a todos
los pobladores del planetario. El establecimiento de un
gobierno mundial será como esa vid que, racimo a
racimo, sacia la sed de justicia del justo ajusticiado,
del humilde explotado, del sincero amortajado, del niño
adulterado. Por tantos nardos enlutados, yo te nombro, ¡armonía!
Víctor
Corcoba Herrero
-Escritor-