ALGO MÁS QUE PALABRAS
EL SOL ES NUEVO CADA DÍA
Al igual que todos los años, por este tiempo de anuncios y renuncias, repetimos cosas que ya fueron dichas. No importa. El deseo de comenzar de nuevo a vivir y de terminar con aquello que nos ha quitado el sueño, queremos hacerlo realidad. Y para ello, nos ponemos en el camino como ese sol plantado en el horizonte de cada amanecer. Algo que es inédito cada día. Yo mismo, a veces, me pregunto: ¿Qué sería de la vida, si no tuviéramos el valor de intentar algo naciente en cada despertar? Algún avivado lector puede pensar que ya no hay nada original bajo el cielo, obviando que el tiempo es innovador por naturaleza. Además, póngase la mano en el corazón y dígase: ¿cuántas cosas de las que llamamos viejas hay que todavía no conocemos? Desde luego, nunca será tarde para buscar un mundo mejor y más compacto, virgen, inmaculado e impoluto, si en nuestro afán ponemos coraje y esperanza.
Soy de los que piensa que debemos casarnos con el alma antes que con el poder humano. El primero suele ser más verdadero, el segundo más interesado. Los poderes de aquí abajo, cuando no pasan por el tamiz de la conciencia, suelen volverse altaneros. Por ello, siempre es saludable -receta de mi abuela- que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oírse y no perder la orientación. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión. Lo de vivir a lo loco trae consigo malos resultados. Está comprobado. Como también está probado que los pedestales de mando necesitan transparencia y conciencia. ¿Quién nos garantiza que un día el hombre en su avaricia por el poder, se declare señor y rey de nuestra propia existencia, la elija a su antojo, qué vida humana resguardo para dejarla vivir y a cuál le abre ficha de esquela? Los ambientes actuales han perdido toda humanidad. Eso de que cada uno ofrezca cuanto pueda y reciba cuanto necesita, es un cuento pasado de moda. Lo cierto es que faltan escenarios de naturalidad y autenticidad, de acogida incondicional y de memoria permanente de las metas y valores que unen. En cualquier caso, creo que sobran espacios que nos dejan vacíos el corazón.
No es mi intención, en este momento, dejar constancia en este artículo de aquellos ámbitos que nos dejan sin aliento, fruto de una sombra mortecina que disuelve identidades humanas y desprecia cada vez más a sus propios seres humanos, pero faltaría a la verdad si omito lo que pienso. Quien esperaba que con esta apertura al mundo todo iba a ser armonía, había dado poca importancia a las tensiones interiores y a las contradicciones internas. Sin embargo, ya digo que hoy prefiero citarme con el sol y encintarme con la luna para que sean ellos, el universo de mis gozos poéticos, los que me quiten los dolores del alma. De entre todas las alegrías, elijo la de los católicos (mayoría en España, aunque parezca mentira) que se preparan para recibir con agrado a familias de todo el mundo que vendrán a Valencia, en el próximo mes de julio, para la celebración del V Encuentro Mundial de las Familias. Sobre todo, porque una familia feliz es un paraíso anticipado y un campo abierto a la poesía. Para muestra, un botón: es suficiente con leer el libro «Conversaciones con poetas españoles contemporáneos» de Ana Eire, donde la mayoría de los poetas españoles actuales entrevistados confiesa dedicarse a la poesía por la educación familiar recibida en la infancia y juventud. Ya ven, la mayor gesta siempre se produce en familia. Disgregar, pues, es de mezquinos.
Salvando la máxima de que la palabra del que es autentico vocero de libertades no suele coincidir con la voz sembrada por quienes reparten poderes y divisas, en un desvelo de beatitud, quise sumarme al aire de optimismo del Presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, y saltar de contento porque la economía ha crecido igual para todos los bolsillos y que el paro dejó de existir. Cuando estaba en vías del deleite, se me descarriló la esperanza, al recibir unos datos de la confederación oficial de las entidades de acción caritativa y social de la Iglesia católica en España, o sea de Caritas, denunciando, informando y sensibilizando a las familias sobre la creciente situación de pobreza que viven algunos de nuestros vecinos. Vamos, que en nuestro mismo portal podemos tener un par de pobres, y nosotros estar celebrando por todo lo alto lo que es sólo una fantasía. Tiene narices la broma de pensar que los pobres en la madre patria se llevan la vida padre. Si los curas y las monjas (de la Iglesia católica) dejasen de dar platos de comida, olvidasen la rehabilitación o la inserción social de las víctimas de la pobreza y la mucha exclusión social que padecemos, veríamos que los barrios de chabolas son hoteles de lujo para algunas personas.
Por si fuera poco el jarro de agua fría, la Asociación de Víctimas del Aborto (AVA) denuncia a pleno pulmón su «profunda decepción» por el incremento de abortos, lo que confirma el total desamparo de las embarazadas. Me gustaría que ese sol que es nuevo cada día, también fuese un sol de justicia para los descartados de esta sociedad, que excluye antes que redime y que elimina antes que cobija. Aunque observo un galopante espíritu de independencia y soberbia intelectual que me nubla la ilusión, y diviso que la relación entre lo que se ve (violencia audiovisual) y se hace (jóvenes que se matan a puñaladas en lugares que debieran ser de divertimento), me dispara el pesimismo; quisiera encender cuando menos este propósito: la llama de la unidad. Porque todos unidos, es la única manera de saltar obstáculos y de soltar complejos. La gramática nos da la clave: El nombre y el adjetivo van siempre unidos, se fortalecen recíprocamente por el hecho de perseguir el mismo objeto.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net