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Dialogo – El Heraldo Granadino –
Zambrano, Blas Jose

Diálogo
El Heraldo Granadino, 3 junio 1899
(Reproducido de nuevo en X, 6 febrero 1900,
con una dedicatoria «Al genial escritor Alfredo Calderón»)

—Todo te enoja.

—No; me aburre, nada más. El enojo, el enfado, el coraje, la ira, por ser negaciones exageradas, envuelven afirmaciones vehementes. La repulsa de lo actual eleva la unión con el porvenir. El horror a la realidad viviente supone complacencia en la idealidad vivida. Quien aborrece, compara; y en toda comparación hay dos términos opuestos aquí distantes del centro crítico de pensamiento. Calificar algo de malo es indicio seguro de que se busca lo mejor, cuando no de que se sueña lo bueno. Quien odia, ama.

—Hay quien odia todo y no ama nada; el misántropo.

—No; no caben sentimientos absolutos, intensos, hasta impedir todo sentimiento contrario, extensos, que lo abarcan todo, y duraderos, que constituyen un estado perpetuo. Lo que sí cabe es el tedium vitae –como estado predominante del ánimo – o el convencimiento sereno, aliado con profunda pero tibia melancolía, de que el hombre está condenado a luchar contra antinomias, o irresolubles o solucionadas unas dentro de otras, que le impidan realizar la felicidad individual y armonía colectiva; que su destino, puramente biológico y social, es hasta limitado; que sus energías, encadenadas a leyes inflexibles, son muy débiles; su conocimiento de las cosas, relativo; su ciencia, convencional; sus necesidades siguiendo una progresión geométrica con sus progresos; su perfeccionamiento, mera delicadeza e irritabilidad nerviosa; su vida senda espinosa de la muerte.

—No tienes ideales, cuando así te expresas.

—El ideal es, o una deducción desatada de la cadena lógica y avanzada en el vacío, o un espejismo engañoso de la imaginación, o una piadosa mentira que el sentimiento elabora para dormir la conciencia ¡Ideales! Sombras a las que prestan cuerpo la sangre y las lágrimas sobre ellas derramadas. La sombra lo cubre todo y cubre, y decimos; he ahí el ideal realizado.

¡Ideales!… ¡cuánto ha costado convertiros en fórmulas!

—Lo que valen. El ideal. A tantas lágrimas, sangre ; eso cuesta, eso vale, para eso sirve.

—Sofisma, sofisma evidente! Cuando una cosa cuesta mucho, para mucho ha de servir. Uno es el valor en cambio y otro el valor útil.

—Ejemplo: los diamantes ¿eh? Pues eso son las conquistas de la civilización; inútiles diamantes, que después de inmensos sacrificios para extraerlos de la tierra, pulimentarlos, tallarlos, y engarzarlos en el hilo de oro de la vida, sólo sirven para fascinar con sus fulgores y recrear con su brillo, a los infantiles ojos de cándidos optimistas.

—No negarás que existe un progreso enorme de las cavernas terciarias al Partenón, y, luego, de la esclavitud a la igualdad, como del fetichismo al monoteísmo y del patriotismo de tribu al patriotismo del planeta.

—¿Y qué? descuento la suma enorme de cruelísimos padecimientos que esos partos de la inteligencia han producido. Supongo que las idas progresivas han ido surgiendo espontáneamente y se han apoderado de las conciencias de una manera gradual y pacífica –y claro está que quien no se lo cree no lo es– y las últimas palabras de la ciencia no pueden ser más desconsoladoras. El hombre entero, desde la superior actividad voluntaria hasta los movimientos más inconscientes de la vida, atan a la vida universal como fenómeno más o menos complejo; la inteligencia condenada a perpetua impotencia ante lo esencial, y a cambiante incertidumbre, a verdades provisio

Blas J. Zambrano
1874-1938