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El ermitagno y los animales
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EL
ERMITAÑO Y LOS ANIMALES

«Leyendas de Cantanbria »

Una vez había un ermitaño muy viejo que tenía
unas barbas muy largas y un hábito de sayal lo mismo
que el sayal de los escarpines.

El
ermitañu bajaba a los pueblos una vez cada semana a
pedir limosna ya regalar a la gente el agua bendita de la
pila de la ermita y las ramas de laurel pasás por la
frente del santu, que diz que valían pa aplacar las
malas tentaciones, las angustias y los malos pensamientos.

También
regalaba las flores de la malva y la manzanilla y muchas yerbas
güenas que nacían en el monte onde estaba la ermita.

Un
día al levantase, el ermitañu notó que
habían despedazau el campanariu de la ermita. Otru
día encontró rota la paré del pórticu.
Otro día, cuando golvía de pedir la limosna,
vio que habían llevau toas las tejas del tejau.

Por
la marca de los pies conoció que había síu
el ojáncanu.

El
ermitañu hacía tiempu que había encontrau
en el monte a una comadreja con una pata partía. La
cogió, la llevó a la ermita y la curó
con toa la paciencia.

Otro
día encontró a una raposa casi aterecía
en la nieve. También la cogió y la llevó
a la ermita onde la calentó a la lumbre y la hizo revivir
con el calor. Otro día encontró a un lobu casi
muertu de hambre, acostau debaju de un árbol sin poder
moverse de necesidá. El ermitañu cargó
con el lobu en las espaldas y le llevó a la ermita,
onde le dio de comer y le quitó la necesidá.

La comadreja, la raposa y el lobo, agradecíos, se quedaban
por la noche en las sus cuevas y por la mañana iban
a la ermita y lambían los pies y las manos del ermitañu.

Después
se iban y golvían al atardecer pa golver a lamber las
manos y los pies del ermitañu.

Un
atardecer cuando la raposa, la comadreja y ellobu llegaron
a la ermita, el ermitañu no estaba allí. Por
la mañana golvieron y tampocu encontraron al ermita
ñu.

Entonces
la raposa toa entristecía contó a toas las raposas
del monte que el ermitañu había desaparecíu
de la ermita. El lobu también muy entristecíu
se lo contó a toos los lobos. y la comadreja también
se lo contó a toas las comadrejas.

Se
juntaron tos los lobos, toas las comadrejas y toas las raposas
y corrieron por el monte pa buscar al ermitañu. Al
cabu de unos cuantos días una raposa alcontró
un peazu de sayal y una sandalia al pie de una lastra.

Cogió
la sandalia y el peazu de sayal con los dientes y se lo enseñó
a toas las sus compañeras, a tos los lobos ya toas
las comadrejas que echaron a correr hacia la lastra onde la
raposa había encontrau el peazu de hábitu y
la sandalia.

A
la parte de allá de la lastra estaba la cueva del ojáncano,
y los animales agradecíos barruntaron que el ermitañu
estaba presu en la cueva.

La
raposa que había encontrau el peazu de sayal que era
la más vieja de toas, se tumbó en la braña
que había delante de la lastra, haciéndose la
muerta, y lo mismu hicieron toas las sus compañeras,
tos los 1obos y toas las comadrejas. Toa la braña estaba
sembrá de lobos, de comadrejas y de raposas que paecían
muertas.

Cuando
el ojáncanu abrió la puerta al ser de día
y se encontró con tantu animal muertu, se rió
con la su risa que paez un rute de truenu y jue cogiendo a
los animales y los metió en .la cueva que era muy larga,
y muy ancha, y muy oscura. El villanu los metió en
la cueva pa que al descomponerse molestaran al pobre ermitañu
con el olor .

A
un gañío que dio la raposa vieja se levantaron
tos los lobos, toas las raposas y toas las comadrejas y se
echaron tos encima del ojáncanu que creía que
estaban muertas. Al pocu ratu el ojáncanu estaba muertu
en la misma puerta.

Y
como el ojáncanu era muy grande y tapaba toa la puerta
y no podían arrastrale de allí, los lobos empezaron
a comele hasta que quedó un huecu entre el cuellu y
la cintura pa poder pasar.

El
ermitañu salió con tos los animales y como no
podía andar de los malos tratos del ojáncanu,
los lobos se ajuntaron en ringlera de derecha a la izquierda
y los unos detrás de los otros y el ermitañu
se acostó encima de ellos y así le llevaron
hasta la ermita.