LA TORTUGA Y LA PERRA
Erase una vez, una tortuga y una perra, ambas con
sus correspondientes crías. La perra notaba
que las crias de la tortuga crecían sanas y
fuertes, mientras que las suyas eran enclenques y
desnutridas. Un día le preguntó la perra
a la tortuga, «¿Qué les das de
comer a tus crías que crecen tan fuertes y
sanas?».
La tortuga respondió, «les doy unos frutos
muy nutritivos», entonces le dijo la perra, «me
gustaría ir contigo a recoger esos frutos,
para dárselos a mis crías, que están
muy desnutridas», a esto que la tortuga respondíó,
«no puedo llevarte a recoger esos frutos, por
que no podrás hacerlo en silencio, y el dueño
ha amenazado con despellejar al que sorprenda recogiendo
frutos», dijo la perra, «si que podré».
Insistió tanto la perra que al final la tortuga
accedió.
Al ocultarse el Sol, salieron a por los frutos, estuvieron
caminando un buen rato, y al final de un sendero,
le dijo la tortuga a la perra, «ya hemos llegado,
ese es el árbol», señalando a un
mangotal, y continuó diciendo, «los mangos
caen continuamente del árbol, y corres el riego
de que caiga alguno sobre ti, si esto ocurriera, no
deberás chillar, por que si no, saldrá
el dueño y te atrapará. Yo iré
la primera mientras tú vigilas y cuando termine
irás tú mientras yo vigilo», dicho
esto, salió la tortuga y se puso a recoger
mangos, cuando le caía un mango encima, la
tortuga emitía un gemido de resignación
apenas audible y continuaba con la recolecta de los
frutos, cuando llenó el saco que llevaba, se
volvió a donde estaba agazapada la perra y
le dijo, «ahora te toca a ti, recuerda que no
debes chillar», la perra asintió y salió
con su saco a lomos, al ratito, le cayó un
mango sobre el hocico, soltó un gemido corto
mientras arquaeba el lomo, y continuó recolectando
frutos.
El segundo mango le cayó sobre el lomo , dando
un salto y arrastrando los cuartos traseros, soltó
un gemido algo más agudo que el anterior. Se
repuso rápidamente y se apresuró a recoger
las últimas piezas, cuando le cayó un
mango sobre la cola, ¡los ojos le salían
de las orbitas!, ¡ no podía contener
el agudo dolor que le recorría la espina dorsal!,
¡sintió como si se le hubiera venido
el mundo encima!, soltó un potente alarido,
y de repente, se oyó una voz muy grave y enérgica
que dijo, «ajá, ¡ya te tengo!, así
que eres tú el que se apropia de mis mangos,
¿eh?», la agarro del cuello a la perra
y la despellejó.
Moraleja
:No debemos hacer lo que hacen los demás, sin
antes calcular nuestras posibilidades
Cuento
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