BRUJILDA
Y EL ARCO IRIS
Adriana Alarco de Zadra
Brujilda viajaba en su escobillón
volador al atardecer. Caía una llovizna y su traje
de estrellitas no era suficiente para cubrirla de la humedad
del ambiente. Llevaba puesto su poncho blanco y admiraba el
cielo donde aparecía el sol inmenso.
¡Es muy lindo ver la tarde
desde arriba y por el aire!
Por la lluvia bajo el sol
yo me cubro con mi poncho
y me tapa el cucurucho
del sombrero de cartón.
¡Es muy lindo ver la tarde
desde arriba y por el aire!
De pronto se formó
un arco iris. Desde encima de las nubes donde volaba, la brujita
vio por primera vez el arco iris completo: ¡Un círculo
de colores en el cielo! El sol iluminaba las gotas de lluvia
y una sucesión de colores, desde el rojo hasta el morado
producían una faja brillante dibujando el arco iris
en el cielo.
En ese momento se acercó volando Yamagua, el aprendiz
de hechicero que estaba aprendiendo a volar en su escoba y
a veces se volteaba y andaba con los pies hacia arriba y la
cabeza para abajo.
– ¡Mira qué maravilla, Yamagua! – Exclamó
Brujilda, – ¡Un arco iris todo redondo en el firmamento!
– ¡Qué pena! ¡Qué pena! –
se lamentó el niño, compungido y asombrado por
ciertos sucesos ocurridos en la sierra, – ¡En mi escuela
se han comido un trozo de arco iris!
– ¡Cómo va a ser! ¡Eso no puede ser! –
respondió asombrada la brujita.
– Yo sí creo. O si no se lo han comido, se debe haber
caído un pedazo. Si vienes conmigo te lo enseño,
y buscamos el pedazo para ver adónde está, –
dijo Yamagua.
-¡Anda, escobillón,
anda
que Brujilda te lo manda!
Mandó la brujita a su escobillón y dando vuelta
a sus artefactos voladores se fueron por los aires rumbo a
la Escuela de Chamanes que quedaba en medio de la sierra de
los Andes.
– Yo creo que algún mago malvado nos ha robado un pedazo
de arco iris. Seguramente pensó que era un pedazo de
torta y se lo comió.
– Creo que dices tonterías, Yamagua.
– Entonces, ¿por qué desde aquí arriba
donde estamos volando, veo el arco iris redondo, y desde la
escuela veo sólo la mitad?
– Porque solamente desde arriba en el cielo, mientras volamos,
puede verse el arco iris completo, Yamagua.
– ¿Qué es este fenómeno, Brujilda?
– Es un meteoro luminoso, así como el rayo es un meteoro
eléctrico, el viento un meteoro aéreo y la lluvia
un meteoro acuoso.
– Yo pensaba que el arco iris
era un mitologito.
– Dirás un meteorito, Yamagua.
– Lo que tu digas, Brujilda.
– Un meteorito o aerolito es un mineral que viene del espacio
interplanetario y se vuelve incandescente cuando llega a la
tierra. Y lo que vemos no es un meteorito sino un arco iris.
– ¡Ah! Un meteorito es un trozo de luna que ha caído
en la tierra.
– Podría ser.
– ¿También se han comido un trozo de luna?
– ¡No se lo han comido! ¡Tampoco se lo han robado!
– Y, ¿cómo lo sabes?
– Ven, vayamos allá y te lo explico.
– Si tú lo dices.
Brujilda y Yamagua siguieron
su viaje volando cada vez más bajo hasta que rozaban
las copas de los árboles. Desde allí observaban
los árboles en el valle que se colmaban de gotitas
de lluvia, los agricultores que recogían las frutas
y llenaban sus canastas de colores. A esa altura vieron sólo
la mitad del arco iris y no el círculo completo como
habían visto desde lo alto.
– ¿Ves el arco de colores? Ya no es un círculo.
– ¡Qué lindo, Brujilda, vamos a pasar bajo el
iris para ver qué hay detrás!
– ¡Estamos paseando sobre árboles y flores,
Vamos a volar bajo un arco de colores!
Volando volando se acercaron
al arco iris de colores en el cielo y pasaron en medio hasta
el otro lado. Entonces se dieron cuenta de la maravilla: ¡el
mundo al otro lado del arco iris era todo en blanco y negro!
-¡No hay rojo ni violeta, ni verde ni amarillo!
– ¡No hay colores al otro lado de este pedazo de cielo!
– ¿Qué vamos a hacer, Brujilda? ¡Se han
robado los colores! ¿No te decía yo que había
un hechicero malvado detrás de todo ésto?
– No, Yamagua. No se han robado los colores. Los colores están
allí solamente que no los vemos.
– ¡Ay, qué pena! – chilló Yamagua,
y en ese momento se volteó en la escoba y siguió
volando de cabeza. – ¡Socorro, Brujilda, me voy a caer!
¡Hasta el arco lo veo al revés y está todo gris!
– ¡No te vas a caer, cabeza de chorlito! Cierra los
ojos y desea con todas tus fuerzas ponerte derecho y verás
cómo viajas bien sentado en tu escoba.
Así pasó, y al poco rato Yamagua se enderezó
en su escoba voladora y siguieron viaje deslizándose
entre árboles grises, flores blancas y cerros de color
negro. Hasta los pajaritos que se acercaban volando tenían
las plumas negras y blancas y de ningún otro color.
– Sabes que este viaje está muy monótono, querida
amiga.
– Cuando no hay colores el paisaje es triste.
– Yo quiero regresar al otro lado de donde vinimos.
– ¡Vamos, Yamagua!
– ¡Vamos, Brujilda!
Dieron vuelta a sus escobas y salieron disparados hacia el
mundo de colores. Tenían que atravesar el arco antes
de que se desvaneciera pues sino se iban a quedar en ese mundo
blanco y negro hasta que saliera otro arco iris en el cielo.
– ¡Anda, escobillón, anda
que Brujilda te lo manda! – Gritó la niña.
Pasaron con las justas debajo del arco iris, mientras se desvanecía
en el aire y empezaban a titilar las estrellitas. Mientras
tanto, el sol en el horizonte caía lentamente a esconderse
detrás del mar.
– Mira Yamagua, – indicó
Brujilda señalando el cielo con el dedo, –
¡Una estrella de rabo que es un cometa!
¡Una estrella errante que es un planeta!
– ¿Y esa otra estrella que se mueve rápidamente?
– ¡Es una estrella fugaz! Si no se mueve es una estrella
fija. ¿Sabes que las estrellas tienen luz propia?
– ¡También la luna tiene luz propia!
– No, Yamagua. ¡La luna brilla porque refleja la luz
del sol! Así también los planetas que son astros
opacos.
– Y, ¿ hay otras estrellas con luz propia?
– Sí, la estrella nova tiene mucho brillo y la estrella
variable aumenta o disminuye su claridad.
– ¡Qué lindo! ¡Un día llegaremos
a una de esas estrellas!
– O a un planeta. Tenemos varios para escoger. Todos dan vueltas
alrededor del sol y se llaman Mercurio, Venus, Tierra donde
estamos, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y
Plutón.
– Ahora debo irme a casa. En la Escuela mañana me van
a llamar la atención por no haber asistido a clases,
pero ¡este paseo ha sido lo mejor que me ha pasado!
– Estudia mucho, Yamagua, y algún día iremos
a hacer un viaje más largo alrededor del sol.
– ¡Cuando tú quieras! ¡Adiós, Brujilda!
– ¡Adiós, Yamagua!
– ¡Alrededor del sol, alrededor del sol, satélites,
cometas, meteoritos, estrellas, planetas y asteroides hay
alrededor del sol! – Cantando esta canción, desapareció
Brujilda detrás de los árboles de eucaliptos,
con su poncho y su sombrero de punta. Fue por los aires hasta
su castillo, contemplando el cielo estrellado que brillaba
como si le estuviera guiñando los ojos, y sonrió contenta a la luz de la luna.
Y colorín, colorado,
este cuento ha terminado.