Marilina
Rébora (1919-1999)
Poetisa argentina
BIOGRAFÍA
Marilina Rébora nació en Buenos Aires el 7 de
enero de 1919 en el seno de un hogar prestigioso. Hija de
Juan Carlos Rébora y de María Celina Aguirre;
su padre, además de haber sido uno de los jurisconsultos
más sobresalientes que ha tenido el país, desempeñó,
con dignidad y talento, importantes funciones públicas.
Fue, en efecto, Presidente de la Universidad de La Plata (1938-1941),
Vicepresidente del Consejo Nacional de Educación (1942-1943)
y Embajador de nuestra República ante Francia (1955-1958).
A los diez años, Marilina Rébora estudió
dibujo con Ernesto Riccio; luego fue al atelier de Vicente
Puig, y posteriormente –acompañada de Susana
Aguirre– asistió al taller de Lucía Capdepont.
Expuso sus obras –junto con Susana Aguirre, Lucía
Capdepont y Silvina Ocampo– en el II Salón p.a.f.
(1939); en el V Salón de Primavera (1940) –organizado
por la Peña de las Bellas Artes de la Provincia de
Buenos Aires, en los salones del diario La Prensa– junto
con Antonio Alice, Mario Anganuzzi, Justo Lynch y Ernesto
Riccio; en la Exposición de Homenaje al Maestro Vicente
Puig –en Galerías Witcomb (1943)–, y en
el Salón Independiente (1945) junto con Aquiles Badi,
Héctor Basaldúa, Antonio Berni, Horacio Butler,
Emilio Centurión, Santiago Cogorno, Miguel Diomede,
Raquel Forner, Jorge Larco, Onofrio Pacenza, Emilio Pettoruti,
Agustín Riganelli, Raúl Russo, Raúl Soldi
y Lino E. Spilimbergo, entre otros. Se halla representada
en el Museo de Bellas Artes Bonaerense (La Plata) y en el
Museo de Bellas Artes de San Rafael (Mendoza).
Marilina Rébora –que paralelamente desarrolló
su carrera literaria– rápidamente se compenetraría
desde pequeña de los efluvios de la cultura, cuando
frecuentaban su casa los amigos de su padre y de su infancia:
Alfonsina Storni –que la sentaba en su regazo–,
Arturo Capdevila, Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte), Leopoldo
Lugones, Rafael Alberto Arrieta, Rafael de Diego, Norah Borges
–que le hiciera un retrato en 1927 titulado Marilina
con una naranja en la mano–, Horacio Quiroga y sus hijos
Darío y Eglé, Ricardo Rojas, entre otros, y
al decir de sus palabras:
“En
Alfonsina Storni y en las de Capdevila,
Rafael Alberto Arrieta, o Rojas y de Diego,
yo hubiera abandonado tiernamente mi mano;
pero Horacio Quiroga me contenía luego
con su barba cuadrada. Y yo, algo intranquila,
quedaba en la escalera, vuelta desde el rellano.”
(“Los Amigos”, Los Días de los Días.)
Quizá fue ese contacto de privilegio el que la llevó
a la poesía, llegando a publicar nueve libros y a dejar
más de veinte obras inéditas. A Los Días
de los Días (1969) siguieron Libro de Estampas (1972),
El Río Azul (1975), Tiempos de la Vida (1975), Las
Confidencias (1978), Animalerías (1980), El Lagarto
estaba harto (1986), No me llames poeta (2001) y Caleidoscopio
Artístico (2003) –estas dos últimas, obras
póstumas–.
Los Días de los Días, si es la primera obra
que Marilina Rébora publica, no es la inicial de su
labor, aunque ésta así comience para el público.
Ya encontramos poemas inéditos que datan de 1936, 1937
–algunos en idioma francés como Les étoiles
que j’aime, Madame la lune y Mon petit rêve–,
1938,
1941, 1942, 1943, 1946, 1949, 1950 y 1951, y una mitología
para niños (1967). Colaboró en el diario “La
Prensa” de Buenos Aires, donde fueron publicados varios
de sus poemas.
“Marilina Rébora nos entrega en sus páginas,
con palabras límpidas, despojadas de grandilocuencia
pero impregnadas de sensibilidad, testimonios de episodios,
de certezas y dudas de una vida intensamente vivida, transmutados
en materia lírica: forma sustituta de una realidad
imposible (‘acaba el día/ sin haber de los hombros
las alas desplegado…/ Yo que hubiera querido vivirlo en
poesía!’, Los días de los días).
“La unidad de estos poemarios se inicia con su primer
libro; así, algunos temas encadenados: la memoria de
la propia infancia, de momentos que prefiguran una actitud
de vida (‘siempre mirando sueños…’; ‘Y
llegué a ser mujer con el alma en los labios/ el espíritu…
todo alas de ensueño’, Ib.); los lazos familiares,
el amor y sus zozobras (‘en la vida el amor es el único
aliento’, Tiempos de la vida; Libro de estampas, V);
los hijos y los temores por ellos (‘Desvelo’,
Tiempos de la vida); y nuevamente el recuerdo de la propia
infancia (‘Se es feliz con tan poco, apenas…/ …un
recuerdo de niño…’, Ib.) fusionado con la del
hijo que la nombra ‘Mali’ (‘Quiero ir/ por
el Río Azul al país de los sueños,/ de
donde me trajiste…’, El Río Azul).
Todo ello lleva el fondo invariable de un hondo sentimiento
religioso. En Las confidencias, reflexionó lúcidamente
apoyada en este sentimiento: así, sobre la fe o sobre
el justo valor de la fantasía y el afán de embellecer
con ella la vida; y lo hizo descarnadamente sobre la condición
subordinada de la mujer, o sobre hábitos, apariencias,
debilidades.” (Academia Argentina de Letras, Buenos
Aires, 26 de abril de 2000.)
Marilina Rébora es una poeta solitaria que a lo largo
de su vida huyó de la estridencia bulliciosa y la difundida
notoriedad, pero, en cambio, cultivó devotamente su
mundo interior y su opulenta imaginación (“La
cebra es un caballito visto a la luz de una persiana entreabierta”,
Animalerías; “Nos aflige ‘La Venus de Milo’:
se le escurre la pollera y no puede subírsela”,
Caleidoscopio Artístico). Mensaje lírico el
suyo, traduce la visión integral del auténtico
poeta-simbiosis, morosa entre el pensamiento y la sensibilidad.
Dijo de ella Manuel Mujica Lainez: “Marilina Rébora
es una auténtica poeta, que vive con misteriosa, con
apasionada hondura, y que es capaz de provocar en sus sonetos
una verdadera sucesión de emociones”.
Marilina Rébora falleció en Buenos Aires el
19 de septiembre de 1999.