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Nebrija, Elio Antonio de
Nebrija, Elio Antonio de

Elio Antonio de Nebrija
humanista, filólogo y latinista español del siglo XV,

BIOGRAFÍA

Nacido en 1444 en Lebrija,
en la provincia de Sevilla, hijo de Juan y Catalina,
bautizado como Antonio Martínez de Cala e Hinojosa,
Nebrija empezó sus estudios a los 15 años
en la Universidad de Salamanca, donde se graduó
cuatro años más tarde en Retórica
y Gramática.

Tras recibir su diploma,
viajó a Italia y se inscribió en la Universidad
de Bolonia, alegando que le interesaban, sobre todo,
el buen decir y un perfecto aprendizaje de griego y
latín, lenguas que él creía que
en Salamanca no eran tratadas como merecían.
En Bolonia, prosiguió sus estudios durante diez
años más, consagrándose a la Teología,
al latín, al griego, al hebreo, y aprendió
también Medicina, Derecho, Cosmografía,
Matemáticas, Geografía, Historia y, por
supuesto, la Gramática, materia en la que tuvo
como maestro a Martino Galeotto. También recordaría
más tarde con cariño las clases de ética
de Pedro de Osma.

En Italia bebió
con avidez de la fuente del naciente humanismo, que
estaba mucho más avanzado que en España,
probablemente debido a la Inquisición, que temía
y perseguía las nuevas ideas.

En 1470, Nebrija volvió
a España como portador el humanismo renacentista,
«para desbaratar la barbarie por todas partes
de España tan ancha y luengamente derramada».
Fue por entonces que adoptó el nombre con el
cual lo conocemos. Añadió Elio como homenaje
al conquistador romano que conquistó la Bética,
que era el nombre latino de Sevilla y «de Nebrija»,
por ser Nebrissa el nombre en latín de su Lebrija
natal.

A su regreso, contrajo
matrimonio con Isabel de Solís, con quien tuvo
seis hijos y una hija. Pero el matrimonio no atemperó
sus ímpetus de conquistador y se cuenta que durante
muchos años pasó por dificultades económicas
debido a sus gastos con un incontable número
de hijos habidos fuera del matrimonio y de ex amantes
que lo acosaban.

En esta época,
Nebrija trabajó durante algún tiempo para
el obispo Fonseca, pero su ambición lo llamaba
a Salamanca, adonde finalmente fue en 1475, decidido
a revolucionar la enseñanza del latín
en España. Con ese fin, publicó en 1481
Introductiones latinae, que serviría como texto
de los estudiantes de la lengua de los césares
hasta el siglo XIX.

Esta gramática
latina se dividía en dos partes: La Analogía,
que trataba sobre morfología y otra parte que
versaba sobre problemas de sintaxis, ortografía,
prosodia, figuras de dicción y un léxico
que no era muy extenso. Sorprendido por el retumbante
éxito de su obra, Nebrija se lanzó a la
tarea de traducirla a la «lengua vulgar»,
como se llamaba por entonces al castellano. En diez
años, llevó a cabo en Salamanca una labor
titánica y, a la llegada de los humanistas italianos
Mártir de Anglería y Luigi Marineo, él
había formado ya varias generaciones de alumnos.

Confiado en su saber
y dueño de la cátedra de Retórica,
arremetió contra sus compañeros claustro
por el carácter poco científico de sus
enseñanzas. En medio de esta lucha, cuando intentaban
expulsarlo de la Universidad, Nebrija obtuvo el apoyo
del maestre de la Orden de Alcántara y frecuentó
Alcalá de Henares, con la tarea de corregir la
Biblia Políglota. En 1490, se consagró
como poeta y conquistó el cargo de cronista real,
en el que permaneció hasta 1509, cuando decidió
volver a Salamanca como catedrático de Retórica.

En la vieja universidad
donde había comenzado sus estudios, fue perseguido
por sus colegas, que le impideron concursar en la cátedra
de Gramática, por lo que decidió abandonar
Salamanca y volver a Sevilla.

Pero su permanencia
en Andalucía duró menos de un año;
el cardenal Cisneros lo llamó a la Universidad
de Alcalá donde enseñó retórica
y escribió un texto de esa disciplina, además
de terminar sus gramáticas y léxicos.

Su Introductiones Latinae,
que había publicado en 1481, se constituyó
en el texto más importante escrito hasta entonces
sobre ese tema y se convirtió en manual para
los estudiantes hasta el siglo XIX.

Lo más importante
de su obra se completó en la última década
del siglo XV, con su Gramática de la lengua castellana
y sus dos diccionarios de latín y castellano.

De todas sus obras,
ninguna tuvo el peso y la importancia histórica
de su Gramática, que se adelantó a todos
los estudios hechos en todas las lenguas romances sobre
esta materia. Fue el primer gramático de destaque
en considerar una lengua romance (por entonces llamada
«lengua vulgar») como digna de ser estudiada.

La novedad de la gramática
residía en que nunca antes se había escrito
una gramática en una lengua contemporánea.
Para los hombres de la Edad Media, sólo el latín
y el griego estaban dotados de una grandeza que hacía
esas lenguas merecedoras de estudio y análisis,
mientras que las «lenguas vulgares» se regían
apenas por el gusto de los hablantes, sin necesidad
de que éste fuera estudiado ni de que sus reglas
se establecieran.

Razones políticas
habían llevado a Nebrija a escribir su Gramática
castellana. Como explicó en una extraña
premonición al presentarla a Isabel la Católica,
era preciso fijar la lengua, que sería «la
compañera del Imperio» que nacería
tras la Reconquista de Granada y la llegada del Colón
al Nuevo Mundo. Nadie soñaba aún las consecuencias
del Descubrimiento de América, pero es como si
Nebrija de algún modo hubiera intuido que aquella
oscura lengua nacida en la tierra de los bárdulos,
en el Norte de España, estaba en vías
de convertirse en el gran idioma internacional, segundo
del planeta, que es hoy el castellano.

La Gramática
de Nebrija inspiró el surgimiento de una serie
de obras similares que fue surgiendo en toda Europa,
a medida que los idiomas del Viejo Continente cobraban
conciencia de que eran tan nobles como el viejo latín.

En 1495, publicó
una nueva obra en la misma dirección: Su vocabulario
español latín, latín-español,
el primer diccionario de nuestra lengua.

Pero Nebrija fue mucho
más que un filólogo y un lingüista.
Hombre de su tiempo, con la amplitud de horizontes que
caracterizaba a los intelectuales del Renacimiento,
se ocupó también la Teología, de
la que trató en Quinquagenas; del Derecho, que
abordó en Lexicon Iurus Civilis; de Arqueología,
con Antigüedades de España; y de Pedagogía,
con De liberis educandis.

Si como hombre de su
tiempo, se empeñó en difundir los clásicos,
su obra estuvo marcada también por deseo de sistematizar
el conocimiento que había adquirido en Salamanca
y en Bolonia y tornarlo accesible al mayor número
posible de personas.

Nebrija murió
en Alcalá de Henares el 5 de julio de 1522.

FUENTE: http://www.antoniodenebrija.org/