DE
BLANCO
¿Qué
cosa más blanca que cándido lirio?
¿Qué
cosa más pura que místico cirio?
¿Qué
cosa más casta que tierno azahar?
¿Qué
cosa más virgen que leve neblina?
¿Qué
cosa más santa que el ara divina
de
gótico altar?
¡De
blancas palomas el aire se puebla;
con
túnica blanca, tejida de niebla,
se
envuelve a lo lejos feudal torreón;
erguida
en el huerto la trémula acacia
al
soplo del viento sacude con gracia
su
níveo pompón!
¿No
ves en el monte la nieve que albea?
la
torre muy blanca domina la aldea,
las
tiernas ovejas triscando se van,
de
cisnes intactos el lago se llena,
columpia
su copa la enhiesta azucena,
y
su ánfora inmensa levanta el volcán.
Entremos
al templo: la hostia fulgura;
de
nieve parecen las canas del cura,
vestido
con alba de lino sutil;
cien
niñas hermosas ocupan las bancas,
y
todas vestidas con túnicas blancas
en
ramos ofrecen las flores de abril.
Subamos
al coro: la virgen propicia
escucha
los rezos de casta novicia,
y
el Cristo de mármol expira en la cruz;
sin
mancha se yerguen las velas de cera;
de
encaje es la tenue cortina ligera
que
ya transparenta del alba la luz.
Bajemos
al campo: tumulto de plumas
parece
el arroyo de blancas espumas
que
quieren, cantando, correr y saltar;
la
airosa mantilla de fresca neblina
terció
la montaña: la vela latina
de
barca ligera se pierde en el mar.
Ya
salta del lecho la joven hermosa,
y
el agua refresca sus hombros de diosa,
sus
brazos ebúrneos, su cuello gentil;
cantando
y risueña se ciñe la enagua,
y
trémulas brillan las gotas de agua
en
su árabe peine de blanco marfil.
¡Oh
mármol! ¡Oh nieves! ¡Oh inmensa blancura
que
esparces doquiera tu casta hermosura!
¡Oh
tímida virgen! ¡Oh casta vestal!
Tú
estás en la estatua de eterna belleza,
de
tu hábito blanco nació la pureza,
¡al
ángel das alas, sudario al mortal!
Tú
cubres al niño que llega a la vida,
coronas
las sienes de fiel prometida,
al
paje revistes de rico tisú.
¡Qué
blancos son, reinas, los mantos de armiño!
¡Qué
blanca es, oh madres, la cuna del niño!
¡Qué
blanca, mi amada, qué blanca eres tú!
En
sueños ufanos de amores contemplo
alzarse
muy blancas las torres de un templo
y
oculto entre lirios abrirse un hogar;
y
el velo de novia prenderse a tu frente,
cual
nube de gasa que cae lentamente
y
viene en tus hombros su encaje a posar.
MANUEL GUTIERREZ NÁJERA