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Apuesta por una sociedad justa
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ALGO
MÁS QUE PALABRAS

APUESTA POR UNA SOCIEDAD CULTA

Durante este mes, los actos de clausura de cursos académicos,
están a la orden del día. Los de enseñanza,
tal y como está el patio de revuelto, debieran ser
preferentes. Considero que la educación debe recuperar
con urgencia su protagonismo de formación integral,
al igual que la autoridad como transmisora de saberes y valores,
desde el consenso de posturas, en favor de la libertad e igualdad
de todos, que conlleva la aceptación de la pluralidad
y la interculturalidad. Para tomar el aire vivificador educativo,
tan vital para la convivencia, decidí empaparme de
juventud ilusionada, que ha decidido ser maestra/o, a pesar
de tantas contrariedades, generadas por los distintos gobiernos
de las disgregadas autonomías. Olvidan los políticos
que, con la educación, no se juega a intereses partidistas.
Nadie me negará que los cambios en las sucesivas leyes
sobre la educación, estén produciendo gran incertidumbre
y desasosiego.

Ciertamente, la educación, es como nuestra brújula
para orientarnos en la vida, una necesidad social y una exigencia
para crecer. Por tanto, una diabólica instrucción
es nefasta para la integración del ser humano en esa
diversidad que nos ha tocado vivir y que ha de ser valorada
como fuente de enriquecimiento recíproco. Ante una
sociedad, movida en la crispación y descorazonada,
un buen rol de progreso será la de contribuir, todos
a una, en proyectos comunes (no separadores) de convivencia.
A mi juicio, además, se han fomentado aprendizajes
educativos, bajo un sistema en el que ha prevalecido la idea
de que el conocimiento debe ser “construido y recreado”,
más que “enseñado y asimilado”,
olvidando que una formación sólida se adquiere
con esfuerzo, bajo la continua tarea y el apasionante trabajo
que es el estudio, a través de conocimientos troncales
(hetero y autoeducación reunidas), lo que ha dado lugar
a personas flexibles, de fácil adaptación a
los cambios, pero sin capacidad de discernimiento.

Añadido a lo anterior, la realidad nos dice, que nuestros
pueblos y ciudades son puntos de encuentro con otras culturas,
procedentes de los lugares más diversos. Preservando
nuestro rasgo cultural, hemos de dar respuesta a la problemática
social que genera la llegada masiva de inmigrantes de las
distintas nacionalidades, a los que hemos de acoger. Este
hecho supone la necesidad de que los gobiernos se planteen
atenciones educativas especiales a familias inmigrantes, tanto
a sus hijos como a los progenitores, teniendo en cuenta que
en la mayoría de los movimientos migratorios subyace
una fuerte depresión socioeconómica, por lo
que debe cuidarse la atención especial. Al respecto,
los jóvenes maestros comentaban entre ellos, el deseo
apasionante de la educación, su vocacional entrega,
la aspiración de profundizar en contenidos que abarquen
aspectos tales como aprender a ser, aprender a hacer, aprender
a pensar y aprender a convivir.

Por desgracia, la escuela española ha perdido muchos
trenes, incluido el de la integración que no se puede
llevar a cabo, porque se necesitan más equipos humanos
para los servicios de orientación y apoyo, sobre todo
en aquellos lugares con afluencia importante del alumnado
inmigrante. Así el clima de convivencia no puede mejorar.
En esto, como en casi todo, hace falta la implicación
y coordinación de todos los agentes sociales significativos.
Todo lo contrario a lo que se percibe en el área docente,
mientras el Estado camina por un lado, la Comunidad Autónoma
lo hace por otro, en total descoordinación con las
demás Autonomías que no sean de su misma corriente
política. En medio de todo este embrollo, están
los Ayuntamientos, incapaces y torpes en el logro de un cierto
equilibro poblacional que evite la formación de bolsas
de marginalidad, y así poder avanzar mejor en la tarea
educativa.

Viendo a estos jóvenes diplomados, escuchándoles
hablar, oyendo sus enormes ganas de trabajar en las escuelas,
uno realmente siente pena de que se encuentren con un sistema
de enseñanza que no sitúa la acción educativa
como algo prioritario, con proyectos reales que se puedan
llevar a cabo, estructurados para cada lugar, coherentes y
unidos, capaces de cuidar la educación armónica
de todos sus alumnos, haciéndola extensiva (y comprensiva)
a las familias. En contraposición a la alegría
de los nuevos maestros, algún docente mayor en los
pasillos, junto a otros compañeros de su misma quinta,
comentaba el clima de cansancio pedagógico que llevaba
consigo, (más de uno parecía tener el síndrome
del quemado), sumado a la creciente dificultad de hacer compatible
lo de ser profesor con ser educador.

Para
colmo de males, hoy se va extendiendo la tendencia a delegar
el primordial deber educativo de los padres, alegando falta
de tiempo, para invertirlo en lo productivo, cuando lo verdaderamente
fructífero es la educación de los hijos. Para
mayor desdicha, son muchos los niños que crecen sin
familia, o entre otras uniones interesadas, donde unos ponen
verdes a los otros y los otros a los unos, delante del chaval.
Ante tal desolador panorama, difícil lo tienen los
maestros para asentar orden y concierto, en un ser en formación
que vive en el desorden y en el desconcierto. En cualquier
caso, la nueva promoción de jóvenes maestros,
dejó refrendada la esperanza, mediante el juramento
a coro: “reivindicar con coraje/ una sociedad culta”.
Con ese buen propósito me quedo.

Víctor Corcoba Herrero
-Escritor-