ALGO
MÁS QUE PALABRAS
EL
TURISMO, COMO FACTOR DE AMISTAD Y COMPRENSIÓN:
El
próximo día veintisiete de septiembre, la Iglesia
Católica, celebra la Jornada mundial del Turismo, bajo
el sustancioso y revelador tema del «Ecoturismo, clave
del desarrollo sostenible»; cuestión que nos brinda
la grata oportunidad de hacer algunas reflexiones sobre el
fenómeno de la movilidad y el mundo de las relaciones
humanas, que cada día son más heterogéneas
y, a la vez, pueden ser más fructíferas si todos
colaboramos con todos, o lo que es lo mismo, si todos ayudamos
a entendernos, desde la comprensión a las diferencias.
Por consiguiente, entiendo, que está bien eso de acrecentar
el tiempo libre (no estaría demás, dado el inmenso
trabajo que hoy realizan las máquinas, aumentar las
licencias y vacaciones, o reducir la jornada laboral; una
forma, además, de repartir las faenas, y por ende,
de disminuir el paro), y que las empresas tuviesen entre sus
retribuciones, bonos para hacer turismo. Sería una
manera de contribuir, a que sus obreros, se relacionasen con
otros mundos, otras culturas, y se cultivasen, colmando así
las carencias de humanidad que tanto nos inundan hoy en día.
Sin
duda, la experiencia del viaje, es una oportunidad peculiar
de conocimiento y sabiduría, puesto que pone a la persona
en contacto con otros pueblos y ciudades, costumbres y horizontes,
distintos a los que vemos a diario. Ya se dice: «El hombre
que ha corrido mundo sabe muchas cosas”. Pero no sólo
se ensancha el intelecto, también se sosiega el alma,
que buena falta nos hace, para que el trajín diario,
de acá para allá, no nos canse, ni nos atrofie
la vista de no saber mirar. Eso de perder el tiempo, que al
final lo gana el cuerpo, y de olvidarse del reloj, es una
saludable terapia se mire como se mire. Por ello, lo de potenciar
el turismo rural o marítimo, debe crecer. Cada día
son más los turistas que todos los años recorren
pueblos y ciudades, hay muchos que viajan con la finalidad
explícita de descubrir la naturaleza, explorándola
hasta en sus rincones más ocultos; otros, sin embargo,
prefieren adentrarse en las históricas ciudades o abrazarse
al mar y contarle sus penas. Lo valioso es promover un turismo
inteligente que tienda a valorar todas estas bellezas, que
tal vez con las prisas no vemos, acercándose a ellas
con respeto, gozando pero sin alterar su equilibrio, porque
no se puede negar, que la humanidad vive hoy una emergencia
ecológica que hemos de atajar; y la mejor manera de
concienciarse, es conociendo las cosas, para así valorar
más lo que tenemos y lo que somos.
Así
pues, es necesario avivar formas de turismo respetuosas con
el hábitat, moderadas en el uso de los recursos naturales
y, también, solidarias con las culturas de los sitios.
Son formas inteligentes, o modales éticos, que hemos
de fortalecer para mejorar las formas de vida, disminuyendo
el diluvio de contaminaciones que soportamos a diario, y que
hacemos muy poco, unos y otros, para que cada día sean
menores. Da la sensación de que esto de mejorar el
aire y aminorar los ruidos, o de controlar los residuos, no
va con nosotros. Y nada más lejos de la realidad. A
todos, antes o después, acaba pasándonos factura.
Aquí todo se paga, mal que nos pese; y el medio ambiente,
es la casa de todos.
En
consecuencia, lo del ecoturismo, que celebra la Iglesia Católica
como medida de esperanza, es un acertado lema que ha de contribuir
a adquirir una nueva sensibilidad. Frente a la explotación
imprudente del hábitat, originada por la insensibilidad
del hombre, la sociedad del nuevo siglo debe encontrar, con
relativa urgencia, soluciones para cambiar estilos de vida
actual. El turismo puede ser un instrumento eficaz para formar
esta conciencia, comparando entornos y formas de proteger
esos espacios habitables. Una actitud menos agresiva, con
respecto al ambiente natural, ayudará tanto a descubrir
como a estimar, lo que poseemos. Nos interesa, desde luego,
no ser pasotas. También el turismo, aparte de mostrarnos
ese ambiente natural, por el que podemos caminar; nos ofrece
ese otro ambiente humano, que vemos por las calles, tantas
veces agredido por la explotación, la pobreza, el hambre
o la falta de educación y salud. Ya se sabe: Si quieres
conocer un pueblo o ciudad, transita por sus vías,
plazas o parques.
En suma, es verdad, que el turismo contribuye al entendimiento
y al respeto; pues, aunque es una actividad generalmente asociada
al descanso, a la diversión, al deporte y al acceso
a la cultura y a la naturaleza, debe concebirse y practicarse
como un medio privilegiado de desarrollo individual y colectivo.
Si se lleva a cabo con la apertura de espíritu necesaria,
es un factor insustituible de autoeducación, tolerancia
mutua y aprendizaje de las legítimas diferencias entre
pueblos y culturas. Lo universal siempre es plural. ¿Entienden
ahora lo de pedir más horas de ocio, o sea más
licencias y vacaciones?. En el fondo, menos producción
si se quiere, pero más calidad de personas humanas.
Turismo
sano para una vida más saludable. Lo previsible es
que el turismo internacional aumente considerablemente en
los próximos años; por ello, la aplicación
real del Código Ético Mundial, es algo vital
para ayudar a minimizar los efectos negativos de las avalanchas
de personas en el medio ambiente y en el patrimonio cultural.
En efecto, el turismo, es una fuerza viva al servicio de la
paz y un factor de amistad y comprensión entre los
pueblos, que hemos de mimar y proteger.
Víctor Corcoba Herrero