EL
NIÑO QUE NO QUERIA COMER
NI PENSABA EN BOBADAS
UN
CUENTO DE LA VIDA REAL:
Erase una vez……. Un niño blanco, blanco
como la nieve, de ojos negros como la noche (en víspera
de un eclipse), tan alto, tan alto como la escoba de su casa
y gordo, gordo como un chamizo. Este niño se comportaba
como cualquier mortal, era juguetón, le gustaba correr,
montar patines y demás cosas de un adolescente de su
edad (a propósito….. Sus once añitos nunca
igualarían a su inteligencia!!!!!), Para comer, su
mama le prometía juguetes, bici y muchas cosas más
y aun así para él, la comida era un veneno mortal,
para el estudio vaya, vaya que problema y matemáticas
ni decir!!!.
Una
vez este niño hablando con su padre, de las cosas de
la vida (y para él cosas de la vida eran: jugar, jugar
y dormir); su padre le decía “Saca tiempo de
tu vida para elevar una oración al Creador, pídele
que te ilumine para sacar adelante tus estudios e inteligencia
para aprender a apreciar las cosas que El te ha obsequiado….
Una madre, que se esfuerza por madrugar a preparar tus alimentos,
un padre que te ama tanto, tanto que lucha infatigablemente
por traer tus ropas y alimentos, una hermana que a pesar de
querer todo tus juguetes, cada vez que demoras en llegar a
casa, se siente desolada con tu ausencia y quien daría
todo por ti”, sin embargo el niño le contestaba
“Bah!!!, es mucho tiempo el que pierdo de mis juegos
y mi sueño, para decir bobadas!!!”.
Un
día de colegio, por la tarde, antes de salir de clases,
un compañero deja caer su billetera al piso (sin darse
cuenta), y el niño blanco, blanco como la nieve observaba
como unos gamínes grandulones se apoderaban de tremendo
botín, sin poder hacer nada por temor. Y los gamines
al ver que este niño los miraba y miraba con miedo,
pensaron “Si lo dejamos ir, él nos puede delatar
ante las autoridades, mejor llevémonolo y lo tiramos
lejos… jajaja!!!”. Y así sucedió,
se lo llevaron para el pueblo vecino (y decir pueblo era poco,
por lo inmenso: edificios altos, muchos carros, mucho ruido
y sus gentes ni decir…. muy nerviosas y aceleradas a
la lata, era el concepto que escuchaba el niño de sus
captores), para abandonarlo en pleno centro de este pueblo,
solo, solo y sin saber a donde ir.
El
niño blanco, blanco como la nieve y flaco, flaco como
un chamizo, comenzó a deambular por las calles del
inmenso pueblo, buscando a alguien que le ayudara a regresar
a su casa, pero…. Nada, todos en aquel sitio se encontraban
tan, pero tan ocupados buscando comida y ropas para sus propios
hijos, que poco o nada le importaba aquella inteligente criatura
de Dios. Pasaba el tiempo, las horas y minutos….. se
acercaba la noche en época de invierno, comenzaba a
lloviznar y hacer frío…. Y lo peor, hacia muchiiiisimo
tiempo que este niño, no comía con juicio, porque
su comida se la daba a su hermana, por lo tanto el hambre
comenzó a hacerse notar con ansía, y más
y más. Entrada la noche un anciano, al verle acongojado
en una acera le dijo :”ayúdame a contar estas
monedas que he recogido hoy, y te doy la cuarta parte de ellas,
de lo contrario no podría, porque no sabría
si me quedare sin el desayuno de mis hijos”.
En
aquel instante, el niño blanco, blanco como la nieve
y de ojos negros, negros, como la noche eclipsada, vio cruzar
por su mente la imagen de su padre cuando le decía
“Eleva una oración al Creador y da gracias por
tener una hermosa familia, donde todo lo tienes, amor, amparo
y bienestar y pídele inteligencia para reconocer todo
esto” y vio también cruzar los platados de comida
que él le daba a su hermana y al perro de su casa,
y lo peor de toda la noche….. tener la maravillosa oportunidad
que le brindaba aquel anciano de regresar a su casa y él
no haber querido aprender matemáticas, para poder contar
aquellas monedas y así sacar su cuarta parte. Lo único
que pudo hacer aquel inteligente niño fue: Llorar y
llorar desconsoladamente.
Aquel
anciano lo toma entre sus brazos y sin poder soportar aquel
llanto, le entrega todas sus monedas, diciéndole: “Ve
niño para tú casa, yo soy anciano, pido monedas
porque en mi juventud perdí el tiempo que debía
de aprovechar estudiando, sin embargo yo puedo seguir pidiendo….
Y tú aún tienes tiempo para que vayas corriendo
a tú casa y te dediques a estudiar y aprovecha todas
las buenas oportunidades que Dios te de, para ser un gran
hombre, fuerte para que nadie se aproveche de ti, inteligente
para analizar las cosas y bondadoso para agradecer y regar
la semilla de amor que Dios ha puesto en ti”.
El
niño sale corriendo de alegría a abordar el
bus que le llevaría a casa, al llegar le esperaba su
madre con tremendo plato de comida, su padre con los brazos
abierto hinchado de felicidad y que decir de su hermana…
con todos sus juguetes dispuestos para él. Llorando
de felicidad, les dijo:” Mamá, papá, hermana…..
jamas volveré a desperdiciar los alimentos, ni perderé
más tiempo de mi estudio, aprenderé bien las
matemáticas, todo el tiempo pensaré y oraré
al Señor, aún cuando este jugando.
Autor:Anónimo