EL
MAR ETERNO
Pedro Prado
Las aguas de las que beben las plantas, las aguas de las
que beben los hombres y los animales, al detenerse se pudren
y mueren como todas las cosas.
Ellas corren
para no morir, ellas bajan desaladas por las laderas de
los montes hacia ti ¡oh mar!
Desde que
ellas nacen, te adivinan, te desean, te buscan.
En la cascada
claman por ti y blasfeman de ti; en el río vienen
rezando el murmurio de una oración.
Que no vienen
los ríos a tu encuentro ¡oh mar! a morir; huyendo
de la muerte vienen y en ti penetran en el seno de Dios.
Buscan mezclar
sus dulces aguas que se pudren con tus aguas amargas y eternas.
Con tus aguas
no se ofrecen a humildes menesteres, con tus aguas que queman
las tiernas raíces de los árboles y las suaves
bocas de los hombres.
A ti ¡oh
mar! fuente de la vida, no te someten tus siervos.
A ti no te
tasan, te doblegan o te rinden.
Nadie quiera
lograr algo del mar por la fuerza, la astucia o la dulzura.
Lleguémonos
a él tranquilos y sumisos, como llegan los leños
a la hoguera.
Entremos
en él como entran las aguas de los ríos.
Despidámonos
de la solicitud para con nuestros hijos.
Despidámonos
del amor y la justicia y dejemos, para siempre, todas las
pequeñas preocupaciones de los hombres.
Que ya nuestras
aguas amargas no sirven a ninguno de los seres y de las
cosas de la tierra.
¡Y
no temamos morir, que de la muerte nos salva el abismo de
su eternidad!
De Los pájaros
errantes